DAVID COHEN

UN DIRECTOR ESCÉNICO QUE QUIERE AL TEATRO EL RESTO DE SU VIDA
Con más de quince años dedicados al teatro, como director, no sólo se pregunta cómo debe verse una puesta en escena, sino también cómo debe escucharse. Ha aprendido varias cosas y los planes que el teatro tiene para él es que ya no sólo se trata de hacer teatro, sino de hacer teatro con quienes integran su compañía Orchestra Artes Escénicas.
Por Johana Trujillo / Foto: Orchestra Artes Escénicas

El 3 de marzo de 1999 el director escénico David Cohen y otros compañeros, eligieron promover y difundir las artes escénicas para el desarrollo de su talento y creatividad, creando un ambiente de cordialidad y de trabajo en equipo; combatiendo la atmósfera de indiferencia que a veces predomina en nuestros tiempos. Así, esos jóvenes que en su búsqueda de hacer algo que los satisficiera artísticamente, encuentran en el teatro su mejor herramienta, fundan la compañía teatral Orchestra Artes Escénicas. Este 2017 cerrarán el último trimestre con mucha reflexión.

“Respecto a nuestra última temporada presentada en el Foco, ha llegado el momento de asimilar todo lo que nos ha dejado, lo que hemos construido, la respuesta que como compañía hemos generado, nuestras zonas franqueables y las infranqueables; reconocer, también, cómo hemos cambiado. Es importante cerrar los ciclos, dejarlos ir, no sin antes, desde luego, haber reflexionado sobre ellos. Como compañía de teatro, hemos aprendido mucho. El fruto y el néctar de lo que se siembra, consisten en eso, en la propia experiencia y en todo el conocimiento adquirido”, dice Cohen.

También, estarán preparando dos proyectos que les tienen entusiasmados. El primero es una puesta que formará parte de un homenaje a Antonio González Caballero, al que fueron invitados por el directo del Centro Cultural El Foco, Wilfrido Mómox, y que harán en conjunto con el centro y otras compañías. El segundo, es un tanto más personal; “es un proyecto que por diferentes circunstancias hemos tenido que postergar desde hace casi diez años. Se trata de una trilogía de título De Máscaras y muecas que, entre otras cosas, alude a la trágica relación entre los soñadores y sus sueños, entre el artista y su esencia, entre la sociedad y las máscaras de las que se sirve. Así que, durante este trimestre, estaré en la revisión de los últimos detalles de la dramaturgia y bocetando la dirección escénica. Nuestra intención es tener listo el montaje del primer movimiento a mediados del próximo año”.

Mi curiosidad por conocer de su compañía desde otro lugar, me lleva a pedirle que me cuente la historia de Orchestra Artes Escénicas y su historia ahí, pero como si la fuera a dejar como mensaje en una botella a ser descubierta 50 años después. “Me encanta la idea del mensaje dentro de una botella; irremediablemente me remite al mar y a las “islas flotantes” de las que habla Eugenio Barba. Nuestra compañía es también una isla flotante, y en ella nos mantenemos exiliados del mundo. El mensaje empezaría con una advertencia: no intenten rescatarnos, hemos sido muy felices. Ya son dieciocho años los que hemos permanecido en nuestra isla flotante.

El nombre de la compañía y nuestra filosofía han marcado el rumbo de cada uno de nosotros: somos Orchestra, y nuestro lema dice, “yo soy el director de mi propia vida”. Aspiramos a ser como el director de una orquesta que mediante su arte coloca cada uno de los instrumentos en su momento y en su lugar, para lograr con ello que todos éstos interpreten una bella melodía. Así entonces, y bajo el mismo concepto, la vida de cada uno de nosotros bien podría convertirse en una hermosa melodía. Creemos, pues, en el equilibrio, en la armonía.

Dije exiliados anteriormente, porque nos hemos mantenido al margen del teatro institucional, en la periferia de éste, como toda compañía de teatro independiente. Siempre hemos trabajado con jóvenes, la gran mayoría sin haber registrado, anteriormente, experiencia alguna, pero con una aspiración inequívoca por el teatro. Entre todos trabajamos nuestros cuerpos, nuestras voces, nuestras almas y nuestras mentes, con disciplina y fe en lo que hacemos, de manera constante, ininterrumpida, desde hace dieciocho años. Todos nuestros montajes son creados en su totalidad por nosotros mismos, desde su dramaturgia hasta su concepción escénica y actoral. Creemos en la forma y en el fondo; creemos en el lenguaje. Y con el tiempo que nos transcurre, hemos sumado a nuestro conocimiento todo el aprendizaje que la experiencia aporta. Abrazamos al error como a nuestro más querido amigo y cómplice. Somos y estamos muy claros en lo que hacemos, aunque en ocasiones pareciera que nos traicionamos a nosotros mismos; aceptamos los cambios, porque sabemos que la vida es movimiento, y del movimiento se nutre el teatro. Amamos a nuestra compañía y sentimos pasión por las artes escénicas. Hemos sido testigos de lo que el teatro representa en la construcción de una sociedad, de un individuo, ya que lo hemos visto en nosotros mismos.

Al final del mensaje de la botella, escribiría otra advertencia: jamás dudes de la plenitud que se halla en el destierro; así que busca entre las olas del mar embravecido, tu propia isla flotante.”

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El teatro llegó a la vida de David “como suelen hacerlo las buenas nuevas, de manera sutil y casi silenciosa. De una u otra forma siempre hice teatro; en ello consistían mis juegos de niño. De muy pequeño, mis figuras de acción (de La Guerra de las Galaxias y otras tantas ficciones), hacían las veces de actores, y mis dos hermanos, de público. Posteriormente, involucré a mis vecinos y amigos. Ya de adolescente, cuando fui parte de un equipo de futbol, me las ingenié para convencer a mis compañeros de grabar cortometrajes y “sketchs” cómicos con una cámara de Video8. Siempre existió en mí esa necesidad de expresarme ante los otros. Sin embargo, el teatro llegó cuando esto dejó de ser una necesidad y se convirtió en algo inherente a mi persona (sutil y silenciosamente). Fue en la preparatoria y, posteriormente, en la universidad donde formalmente tuve mis primeras experiencias teatrales: hablo de la presencia de un director, un libreto, un proceso de montaje escénico y sus presentaciones a público. Eran talleres discretos, con pocas pretensiones, pero que a mí me mostraron un mundo de posibilidades. Viendo a aquellos que me dirigían, fue que yo comencé a tomarle el gusto a la dirección escénica, inclusive, por encima de la actuación.

Hoy en día, la tendencia es desmerecer un tanto el hecho de que el teatro nos permite contar historias; pero a mí la piel se me sigue erizando cuando yo lo hago, o cuando me cuentan una historia a mí. Al bajar el telón, y al sentirme conmovido ante la respuesta del público, sigo sintiéndome como ese niño que siempre he sido y que deseo ser siempre.”
Él llegó al teatro haciendo el escándalo de un niño.

Para dedicarse a la dirección escénica profesionalmente, David ha tenido que desarrollar varias habilidades, entre ellas la capacidad de observación. “Tengo que observar y entender lo que estoy observando. Pero no sólo eso, por supuesto. He tenido que aprender a escuchar; inclusive, me atrevería a decir que ha sido mucho más importante para mí como director el saber escuchar que el saber observar, sin que la primera excluya a la segunda. Yo he aprendido a entender el ritmo (que para mí es el alma de una puesta en escena), a través de lo que escucho. Las imágenes visuales suelen engañarme; las imágenes sonoras también, pero éstas cuando me engañan, me convencen por completo de su efecto: caigo entonces en su ficción.”

Como director, no sólo se pregunta cómo debe verse una puesta en escena, sino también cómo debe escucharse. “Y llevo esto hasta el límite. No sólo hablo de las voces de los personajes, o de la música incidental que empleo, también hablo de aquellos sonidos propios de la acción y de los lugares, inherentes al movimiento, a la vida, a la verdad escénica: el sonido de un vaso que se deja sobre una mesa, los pasos de tal o cual personaje; el sonido de una hoja de papel que es estrujada por una mujer que ha recibido malas noticias. Cosas así, que me embrujan completamente”, me comparte.

“También he tenido la necesidad de aprender a escuchar el silencio, y entender cómo se manifiesta en la puesta en escena, a través de qué pausas, y de qué cadencias. Cuando dirijo, suelo girar mi rostro, desviar la mirada, y con ello escuchar la acción y entender el ritmo de la escena. También me permite apreciar las propuestas interpretativas y de creación de mis actores. Insisto, no excluyo la observación.

En cuanto al manejo de actores y al trabajo en equipo, incluyendo a todos los otros artistas que se encuentran tras bambalinas, en producción, y en los diseños de arte, ha sido imprescindible desarrollar esas otras habilidades de las que muy poco se hablan. Me refiero a ser ese gran orquestador que toda puesta en escena requiere. No sólo se trata de poner buena cara y de ser asertivo en la comunicación, sino también de saber encauzar las voluntades y las embestidas creativas de cada uno de los miembros de la compañía; se trata de conocer las susceptibilidades de todos tus compañeros y las propias, así como nuestros anhelos artísticos. Es necesario navegar en ese océano de emociones, y distinguir unas aguas de las otras, entender sus corrientes y sus desbordamientos, hacer que todo ello adquiera la simplicidad y quietud de un lago. Se trata pues, de hacerlos sentir en casa, de construir, en conjunto, un hogar al cual llegar (de lograr una atmósfera creativa o de creación). Para lograr esto, me sirvo de la empatía, de la comunicación, de la motivación, del ritual, de la espiritualidad y de la honestidad”, continua.

De la misma manera, David ha tenido que desarrollar “esa otra sensibilidad más íntima y personal, buscar en mí esa plenitud que me permita, a su vez, encontrar Claridad en lo que hago y en lo que soy. Sin duda, lo que más admiro en un artista, sea cual sea su disciplina, es la Claridad en su obra”. Y del oficio de hacer teatro, de dirigir, se ha dado cuenta que aunque ya todo está dicho, nada está dicho del todo, y que, para hacer teatro, hay que hacer caso de la propia voz. Ha aprendido que “es importante aprender a escucharse y reconocer los propios resortes. Que no busquemos en la originalidad ni en la exclusividad el fin creativo, y que jamás hay que aspirar a ser mejor que nadie. Que para crear hay que hacerlo desde adentro y desde la propia niñez. Que las modas nacen del ruido, y que el ruido es contrario a la Claridad a la que el artista debe aspirar: de ahí que las modas sean pasajeras y el arte, eterno. Que no es que el camino sea largo, sino que es eterno, así que no hay nada que alcanzar. Que como artista el crecimiento debe ser horizontal, jamás vertical, y que incluya todas las facetas de tu vida, la del hijo, la del hermano, la del amigo, la del padre… que jamás por soñar dejes de vivir y que jamás por vivir dejes de soñar. Que te abraces del error como si te abrazaras de tu mejor aliado. Que jamás hay que dejar de leer ni de observar, ni de escribir ni de registrar; que no hay mejor atmósfera creativa que la que surge del amor a uno mismo y a su arte. Que la fe, sin lugar a duda, es el mayor acto creativo.”, afirma.

Aunque uno de los mayores retos del sector teatral es la fragmentación, él y su compañía lo han sobrellevado intentado salir de su trinchera, “crear puentes entre nuestra “isla flotante” y las otras. Como compañía de teatro, siempre hemos estado dispuestos al diálogo y al trabajo colaborativo. Como gente de teatro, pareciera que unos y otros nos escondemos al refugiarnos en nuestros propios éxitos y fracasos. Sería maravilloso entender el éxito de uno como el éxito de todos, y que lo mismo sucediera con el fracaso. Vaya, que hubiera un genuino interés por el trabajo de los demás. La realidad es que pese a los diferentes intentos de diálogo y de acercamiento que han surgido de repente, éstos no han sido del todo fructíferos.

Algo que creemos imprescindible en nuestra compañía, es mantener intacta nuestra capacidad de asombro. Ésta nos permite sorprendernos por la presencia y el trabajo de nuestros colegas, aprender de ellos y de sus propuestas, reflejarnos en sus entusiasmos y en sus miedos, reconocer en ellos nuestro propio tiempo y espacio, entender nuestra diversidad y así protegerla como nuestro tesoro más sagrado. La unicidad sólo es posible a través de la existencia de los otros”, dice el director escénico.

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Los planes que el teatro y su compañía tienen para el futuro de David Cohen como director son varios. “Espero sinceramente recibir el llamado del teatro durante el resto de mi vida. Si el destino y nuestra voluntad nos lo permiten, dentro de algunos años tendremos nuestro propio espacio cultural, nuestro foro teatral. Y me veo, en un futuro, trabajando con el mismo equipo. Ya no sólo se trata de hacer teatro, sino de hacer teatro con ellos. Imagino a nuestra compañía como un referente de la escena independiente, así como lo han sido otras compañías para nosotros.

Como compañía, nuestra principal ambición es seguir aprendiendo, y transmitir el conocimiento adquirido. Me gusta trabajar con los jóvenes de todas las edades, esos que siguen soñando despiertos y que les importa un cuerno la inercia del mundo; los que entienden perfectamente el honor que implica dedicar la vida al teatro, así como la enorme responsabilidad; los mismos que han decidido no tener prisa y que renuncian a la inútil velocidad de los otros. Queremos seguir siendo ese espacio para ellos y para nosotros mismos, ese Bosque de las Mil Melodías que nos aguarda, tal y como el cielo aguarda a los que tienen fe, tal y como el Olimpo aguarda a los que han decidido ser inmortales.
Nuestro plan es llegar a la mayor cantidad de público posible, convertirnos en sus anfitriones y contarles nuestras historias.”

Para David sería lindo que la confianza y el tesón que dan la experiencia le acompañaran mientras hiciera teatro, pues la confianza en lo que hace no es algo que hoy le caracterice. “Voy a tientas en esto del teatro, como si pidiera permiso, como si no creyera en el derecho que tengo (que tenemos todos) de perseguir mis sueños.” Para él el diálogo es urgente e impostergable entre todos los que hacen teatro.

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