36 HORAS CUENTA ABAJO. ESCUELA DE LAS AMÉRICAS

Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)
 

 
¿Por qué uno asiste al teatro? Por una necesidad de sentir, sería una de muchas respuestas que existen a esta interrogante. Sin embargo, pareciera que esta necesidad, a la que los griegos llamaban “catarsis” ha ido desapareciendo de nuestra escena teatral mexicana. Se olvida que existe un hecho vital, que va más allá de montar una obra.
 
En el caso de la obra “Escuela de las Américas” uno se enfrenta a una dramaturgia aletargada, aburrida y en su afán de formar figuras poéticas llegó a un cliché del lenguaje. Y no es malo querer utilizar la poesía como un recurso narrativo dentro del teatro, el problema es no entender que la poesía exige la propia creación de su propio lenguaje. Esto por el lado de la dramaturgia. Por el lado de la construcción de personajes, la balanza se inclinó del lado del melodrama. Y el Che fue un hombre contradictorio: un revolucionario que hizo temblar a Fidel Castros, a EE.UU. o la URSS; un padre de familia amoroso capaz de dejar a su familia por la guerra; guapo, seductor y un asesino despiadado. Entre muchos otras cosas.
 
En un relato publicado en el periódico “El País” el nueve de septiembre del 2013, se narra la historia de Julia Cortez, una de las últimas personas en ver al Che con vida. Comparto un fragmento:

“El Che estaba sentado en una silla al lado izquierdo de la pieza, detrás de la puerta, a oscuras. Le alumbraba una vela”, relata esta docente jubilada acomodada en el sofá de su casa en Vallegrande 45 años después de aquello, “Llevaba una manta sobre las piernas y con eso tapaba la herida de bala que tenía del combate en la Quebrada. Estaba pálido, deteriorado, sin higiene, aunque trataba de demostrar firmeza”. El guerrillero acababa de ser capturado. La maestra, entró porque el centinela que vigilaba le había dado permiso para ojear. Eso hizo. “Esperaba otra cosa, ese hombre no daba miedo”, cuenta que pensó. Entonces Guevara levantó el rostro para mirar a la persona que había venido a observarle: “Se saluda”, dijo él. Ella no supo qué hacer y se marchó corriendo.

 
Para quienes conocemos el proceso del Che es un insulto lo que vemos en escena. Es un personaje cómico, débil. Cuando se le pregunta a Julia Cortez si el Che tenía carácter, ella responde: Sí que lo tenía. También narra la forma en que el Che la sedujo, lo cual está muy lejano de los chistes corrientes que se retratan en la obra. Esto es lo que dice:

Verá, era inteligente, respetuoso, hablaba bien. Decía cosas con mucho sentido. Lo cierto es que me quedaba parada mirándole. No sé. Por lo que decía y cómo lo decía más que por su aspecto. Pero también por su aspecto. Yo siempre digo que era hermoso. Bello. No era un monstruo. Pensé que tenía razón en lo que hablaba.

 
Por otra parte. Felix Rodríguez el teniente a cargo de la ejecución del Che, en una entrevista también para “El País” deja ver este contraste humano, en donde al negar su admiración, admite un poco de ella:

“Es mejor así. Yo nunca debí haber caído preso vivo”. Entonces sacó la pipa y me dijo: “Yo quiero entregarle esta pipa a un soldadito boliviano que se portó bien conmigo”. Me guardé la pipa y le pregunté: “¿Quiere algo para su familia?”. Y él me respondió, diría que de forma sarcástica: “Bueno, si puedes dile a Fidel que prontó verá una revolución triunfante en América”. Yo lo interpreto como si le hubiera dicho a Fidel: “Me abandonaste, pero esto va a triunfar de todas maneras”. Después cambió la expresión y me dijo: “Si puedes, dile a mi señora que se case otra vez y que trate de ser feliz”. Esas fueron sus últimas palabras. Se acercó a mí, nos dimos la mano, nos dimos un abrazo, dio unos pasos atrás y se paró fijo pensando que era yo quien le iba a tirar.

 
Para mí es un texto y una obra mal logrados que denigran la figura del Che y su historia. Quedé muy enojada al ver a uno de mis héroes de adolescencia tan vilipendiado en un texto y una dirección tan pobres. ¿Por qué usar su figura para llenar un teatro y ganar dinero los productores? Lo importante es saber que existimos personas que mantenemos su imagen en la memoria. ¡Hasta siempre, mi comandante Che Guevara!
 

“36 horas cuenta abajo. Escuela de las Américas” de José Rivera, bajo la dirección de Otto Minera. Con las actuaciones de Anilú Pardo, Carmen Mastache, Edgardo González, Juan Valero, Josué Aguilar y Alejandro Gama. Duración: 80 min. Apta para: +16
Del 3 de agosto al 23 de septiembre. Viernes 19 h y 21 h, sábado 18 h y 20 h, domingo 17 h y 19 h. Foro La Gruta (Av. Revolución 1500, Col. Guadalupe Inn)
Costo: $350