La inexistente búsqueda de la verdad en el teatro actual
Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)
Últimamente la pretensión en los títulos de las obras en el teatro actual resultan más interesantes que la obras en sí mismas. Si pudiera simplificar lo que la mayoría del teatro actual mexicano expresa, porque existen excepciones, lo haría con una palabra: Caos. Aunque pueda parecer una acusación terrible, resulta algo magnifico. Es en el Caos en donde surge la vida, es la explosión de ésta.
Pero para que del Caos surja la vida primero debemos separar los elementos. Pareciera que existe una búsqueda que se inclina por la estética fría, de enunciar la palabra sin significado, de politizar sin ser políticos y de ser filósofos sin ni siquiera tratar de desentrañar las preguntas básicas de esta materia. La retórica del lenguaje político, cada vez más decante en nuestros gobernantes, la mala educación del nuestro país y el desinterés de pensar de sus ciudadanos, ha generado una dramaturgia floja y una dirección inclinada a la estética, que ni siquiera se ha preguntado qué es esta última.
Si bien es cierto que la estética es la búsqueda de la belleza, ésta última no es elemento frío que sirve como adorno. James Hillman en su libro “El pensamiento del corazón” explica la etimología de la belleza de la siguiente manera: al corazón hay que provocarlo, hay que hacerlo salir a gritos; precisamente esa es la etimología que Marilio Ficino da a la de belleza: kallos, dice, proviene de kaleo, <>, <> (Platón). Hay que rugir furiosamente para que la belleza salga a la vida, pues los cachorros de león nacen muertos, como nuestro perezoso conformismo político…
¿No sería necesario para salir de nuestro conformismo político, intelectual y emocional, reconocer al primero? ¿Reconocer que ha sido más sencillo caer en una retórica que crear nuestra propia filosofía? Para algunos filósofos místicos como Maimonides y Wittgestein, la palabra se encuentra acompañada de la metafísica, la física y la lógica. Entendiendo por esto que la palabra y el pensamiento crean la vida. Maimónides creía que el pensamiento activo es lo que hace inmortal al hombre, para Wittgestein el pensar era lo más digno por lo qué vivir. Ambos, aunque los separan siglos, coincidían en un cuestionamiento: ¿cuál es el origen y la finalidad de las palabras? También coincidieron en que la finalidad de la palabra conlleva una decencia de vida y es también pensamiento.
Aunque la Verdad sea una ilusión, su búsqueda o destrucción de esta no debe detenerse. Es urgente que los dramaturgos actuales o futuros dejen de regodearse en la superficialidad de la palabra, y que detengan su engaño a espectadores con retórica disfrazada de silogismos falsos. Hacen falta titanes que ofrezca fuego a este mundo. Nos enfrentamos a oscuros profetas del pensamiento que nos engañan y nos quieren seducir con imágenes bonitas de mercado. La Belleza y la palabra ocultan un poder capaz de dar vida a un corazón muerto.