Ensayo: En defensa del actor II

Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)

Comienzo este amparo desde el enojo y el hastío. Un actor no es una persona necesitada de aprobación o reconocimiento público. Un actor es una persona que está dispuesta a desentender a los infiernos más profundos en busca de una emoción, de un personaje, que aunque no es él, no deja de ser él. Es esta paradoja donde el actor puede perderse. Eso es lo que pienso mientras una persona poco relacionada con el arte de la actuación escupe en contra de los actores.

Se ha puesto de moda que hacer a un lado al actor debido al drama que existe al llevarlo, para llevar a no actores en la ficción. Quizá esta necesidad de personajes más frívolos responde a un épocas donde las emociones son consideradas de mal gusto. El actor nace de dos cuestionamientos ontológicos básicos para el ser humano: ¿Quién soy? Y ¿Adónde voy? Respuestas que al no tener una respuesta certera se evaden.
La actuación es un arte en donde los cuerpos y las psiquis de las personas se ponen en riesgo. A diferencia de otras artes, el objeto es el cuerpo del actor que busca exteriorizar lo oculto. Hace visible lo invisible: da emoción a un anima que sólo se encuentra en papel.

Para poder entender un poco más a detalle y sin profundizar, podríamos ver cómo a través de la historia de la actuación existen actores que han perdido la vida por no encontrar o poder diferenciar su vida personal con la del personaje. Es conocido el mito que rodea al personaje de The Joker y cómo pone en riesgo la vida de quienes lo interpretan. También están los actores que piensan en la actuación como un performance que divierte y no por ello dejan de ser los mejores. Marcello Mastroianni o Willem Dafoe…

Basta ya de decir que el actor es un animal amaestrado o “needed”, es un buscador de emociones dispuesto a defender a lo más profundo de sí mismo para dar luz a las emociones más ocultas. Lo más parecido con quien puedo asociar su arte es con el viaje del chaman. Atraviesa el mundo de los muertos para curar los males de los enfermos.

Porque no hay que olvidar que los orígenes del teatro son rituales y que los espectadores asistían a él con la necesidad de catarsis, de dar respuesta a la incertidumbre de la vida.