Ensayo: “Somos una raza que se apaga.”

Por Johana Trujillo A (@jOtrujilloA) / Foto: Roberto Plascencia

Al centro del escenario, iluminada con dos lámparas está una mesa de madera y triplay cuadrada con varios engargolados apilados, un libro de Stella Adler y otros más sobre de ella; y dos sillas de madera a cada lado. Al frente, un pizarrón negro que tiene escrito: «“Somos una raza que se apaga. Siento la sangre de mi cuerpo. Estoy lista para morir”. Ensayo 19:00 hrs.»

Los espectadores estamos de frente o en los laterales izquierdo y derecho del Teatro El Granero del Centro Cultural del Bosque. Somos testigos de un ensayo donde Sonia Couh es Sonia, una actriz que interpreta a Diane. María Inés Pintado es María Inés e interpreta a Iris. José Carriedo es Pepe, el dramaturgo; y Daniel Martínez es Daniel, el director. A través de cuatro monólogos, conocemos su postura frente al teatro, sus relaciones de pareja, los sueños de juventud y el sentido de seguir como compañía. La música acompaña a cada monólogo y también da la palabra a cada personaje.

Los personajes pendulan entre los personajes del texto que ensayan pero también entre sus vidas como pareja, amigos y colegas en una compañía que iniciaron hace 20 años pero que hoy está implosionando. Entre diálogos y pensamientos, navegamos entre su realidad y la ficción dentro del teatro El Granero del Centro Cultural del Bosque.

Como espectadores asistimos al ensayo de una obra, pero en realidad nos invitan a ser parte activa tanto del teatro como de la vida misma. Con cada pregunta que se lanzan en realidad también la lanzan a quienes estamos ahí (si es que estamos con la escucha activa). Como espectadores y seres humanos nos desafían, nos envuelven en la misma crisis interna.

¿Cuál es el papel del espectador en el teatro? Establecer relaciones — nos dice Sonia. Mientras que también se (y nos) pregunta “¿cómo entender el amor sin la admiración?” y afirma que “poco importa que la estructura estrelle en pedazos”. Sin embargo, María Inés cuestiona “¿qué es  mirar? ¿qué es dirigir?”, incluso provoca al decir que “gozar es el objetivo” porque “el mundo no está anestesiado”, y ante la crisis interna cuestiona qué cosas han hecho en veinte años. Ella cree que “la verdad se revela a través del goce”. Gozar y amar es su bandera.

En cambio, Pepe nos recuerda que “un artista sólo piensa en su obra, es un ser egoísta que sólo busca la correcta ejecución de su obra, así que nos ofrece un don: ser él mismo”. Para Pepe el desastre es la compañía y tal vez los grupos mueren cómo pasa con las personas y las ideas. Entonces, ¿qué los vincula? ¿En qué creen hoy? “El ser humano uniéndose a otros es capaz de cambiar al mundo”—nos recuerda. Finalmente, Daniel pone sobre la mesa que dentro de cada uno había sueños. “Nos oxigenamos de sueños”, además, quien es creativo “siente y dice quiero”. Daniel nos recuerda que con el pecho lleno de sueños, ávidos de cambio, había que probar si teníamos razón. Nos invita a refrescar la mirada. ¿Qué es ver? ¿Qué es mirar? —nos pregunta también.

Tal vez ellos luchaban por más belleza, sencillez y justicia pero a mí me inquietan con sus preguntas. ¿De qué sirve cambiar al mundo? Quizá por ahora sea más simple empezar por no temerle a la vida y recordar que el amor une, que el arte encuentra sentido en la juventud pero también en los sueños compartidos.

¡Vamos al teatro!

Ensayo, del multipremiado dramaturgo francés Pascal Rambert; con traducción al español de Coto Adánez; es dirigida por el guanajuatense Juan Manuel García Belmonte y producida por Hanna Berumen. Además, la escenografía e iluminación tiene la experiencia de Gabriel Pascal, en música y diseño sonoro cuenta con el trabajo de Rodrigo Castillo Filomarino; y en vestuario con el de Salvador Hernández y Daniel Moreno.

Reestrena con una segunda temporada hasta el 18 de agosto en el Teatro El Granero (Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n), los jueves, viernes y sábado a las 7:00 pm y los domingos a las 18:00 hrs. Costo de boletos $150. Duración: 120 min. Edad recomendada: mayores de 15 años. Boletos en taquilla o en línea aquí.


JOHANA TRUJILLO. Espectadora del teatro cultural de CDMX desde 2007. Siempre gustosa de ir al encuentro con una obra de teatro y contar sobre ese encuentro. Fundadora y editora de Distrito Teatral desde 2012. Diseñadora gráfica que también diseña estrategias de comunicación y crea contenido para proyectos culturales y ambientales.

¿Qué tan arriba es arriba? O la posibilidad de ver hacia adelante

 

Por Guillermo Bejarano Becerril / Foto: Luis Quiroz

En México, ya sea en la familia, en la escuela, en la sociedad o en conversaciones, pocas veces se habla de la muerte; la soledad; los cambios abruptos; la conexión entre la naturaleza y el ser humano por mencionar algunos. En países europeos u orientales —como Suecia, Italia, Alemania, Japón o China—, sí se abordan y desarrollan en su literatura o en expresiones artísticas (cuentos, novelas, poemas, pinturas o estampas).

Quizás en México se deba a un tabú, al misterio que rodea a la muerte o a la “inocencia”, desde la perspectiva de un adulto, que transmite la figura del niño. Sin embargo, con el pasar de los años, esto parece estar cambiando. Desde libros de Literatura Infantil, como ¡Casi medio año! (1997) de M. B. Brozon —novela que se centra en un niño, el cual atraviesa diferentes experiencias como su primer amor, el cambio de casa, el vínculo con su hermana, o la muerte de su padre— hasta la obra de teatro ¿Qué tan arriba es arriba?, escrita por Brendan Murray; traducida y dirigida por Otto Minera que fui a ver el domingo pasado.

Estrenada en el lejano 2022 en el Teatro El Galeón Abraham Oceransky del Centro Cultural del Bosque (CCB), la compañía teatral “Hasta la China” regresa al escenario con ¿Qué tan arriba es arriba? ahora en el Teatro Helénico. El elenco lo conforma Gilary Negrete, Aketzali Reséndiz, Itzhel Razo, Jesús Salgado y Aleida Méndez. En sesenta minutos, cuenta la historia de Pequeña Estrella, quien, ante la inminente realidad, desea detener el tiempo para que su abuela, Mamá Luz, no perezca y sucumba como todo ser mortal. Después de todo, morir es inevitable y es lo que es.

En su búsqueda por detener el tiempo, Pequeña Estrella (Aleida Méndez) cuenta con la compañía de un ser un poco inusual: el Pájaro —¿pájara o pájare?— que no tiene alas, pero vuela con el poder de su imaginación. Pequeña Estrella y el Pájaro que no tiene alas (Itzel Razo) se embarcan en la aventura para encontrar a tres magos y las respuestas que están buscando. Mientras esto sucede, entre transiciones que se marcan por la música e iluminación, el Sol (Jesús Delgado) y la Luna (Aketzali Reséndiz) vigilan el viaje de la niña, pues si se detiene el tiempo, ellos dejaran de bailar.

Tanto la iluminación y escenografía de Félix Arroyo, como la musicalización de Erick Guererro, Emiliano Jiménez y Joaquín López “Chas” mantienen nuestra atención en todo momento, pues entre los cambios, ya sea de escenografía o de escena, los actores interactúan con el público no sólo para distraer la mirada del centro, sino para conservar el misterio y la habilidad para cambiar e incorporar personajes o utensilios que usarán más adelante.

Recomiendo la obra por todo lo que involucra, desde su realización hasta la concepción, tal como se demuestra en el escenario y en el programa de mano, donde se evidencia la importancia de las abuelas en la vida de un niño como de la creación de un arte pensado para este público. Desde que inicia la obra es notable ver que los actores han estudiado a sus personajes con detenimiento y se sienten cómodos en la interpretación, pues se nota que conocen el tema de la muerte y la manera más objetiva para comunicarlo a un público infantil.

¿Cómo le explicas a un niño que la vida acaba para todos? ¿Cómo le haces entender, con una escenografía rudimentaria, sencilla e ilusoria —usan un baúl; una cama que se transforma y se convierte en todo (por ejemplo, jardín o nieve); un perchero-árbol; y una barra corrediza donde se cambian, salen personajes y habitan los magos—, el paso del tiempo, el cambio de climas o de espacio? Esto no es sólo lo único por mencionar, también es necesario decir y reconocer cómo dos historias funcionan a la vez (el viaje de Pequeña Estrella y la presencia del Sol y la Luna). No sin olvidar, los cambios de luz y de música, que también refieren a la muerte, desde colores vivos hasta oscuros; desde un viaje que inicia y termina, desde la primavera hasta el invierno, el andar del tiempo y su detenimiento.

No es la primera vez que disfruto de una obra para niños; sin embargo, siempre resulta interesante y asombroso ver la realización y la habilidad de cada ser involucrado para conectar con un público que no sólo necesita estar atento o deslumbrarse con luces y brillos, estereotipo asociado a los niños y marcado por el cine y la televisión, sino, a la vez, entender y comprender el mensaje de una obra artística como esta lo es.

Por las razones anteriores y más vayan a ver ¿Qué tan arriba es arriba?. No sólo por el hecho de ser “poco convencional”, sino porque propuestas como esta nos recuerdan la importancia y la necesidad de crear espacios para el público infantil y juvenil; que el arte, en este caso el teatro, es un lugar de encuentro, donde convergen espectadores de diferentes y múltiples edades (niños, niñas, jóvenes y adultos); que el teatro dirigido para un público “joven” cuenta con sus propias características y dificultades; que el tema del tiempo, la muerte, los cambios son temas humanos que se abordan tanto en una puesta en escena como en la literatura. La obra estará todos los fines de semana (sábado y domingo) hasta el 15 de septiembre en el Centro Cultural Helénico, Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn, Álvaro Obregón, 01020 Ciudad de México, CDMX.

 


GUILLERMO BEJARANO BECERRIL (Ciudad de México, 1998) poeta y estudioso de la literatura mexicana. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha colaborado en los proyectos Soga viviente y Vida y obra de José Juan Tablada. Ha publicado en las revistas: Revista Zur; Pérgola de humo; Punto en línea, Casa del tiempo y Pirandante. Revista de Lengua y Literatura Hispanoamericana.

Herencias y querencias: homenaje a Germán Dehesa

Texto y fotos de Víctor Zenteno

Sonaré “Muchachocho”, como la pareja de mi vida le ha dado a llamarme a últimas fechas, antiguo, grande o de plano viejito para mis 48 años, cuando en mi día a día las frases melancólicas surgen de mi voz. “En mis tiempos”, “Cuando era joven” o la recurrida con más frecuencia: “Antes se hacían las cosas diferente”.

La realidad, por lo menos para mí, es que las generaciones han cambiado. Con ellas se han ido desvaneciendo muchas de las referencias sociales, culturales o de lucha social y política de mi juventud. Momentos claves para nuestra sociedad, triunfos que dieron forma a lo que es hoy nuestra destartalada Ciudad de México. No olvidaré cuando Voceadores de México se enfrascó en una lucha con el periódico Reforma, por no seguir las reglas monopólicas de distribución y una buena parte de la sociedad tomo las calles, cada mañana, para vender el diario y así romper con una de las estructuras más longevas de nuestra ciudad.

Ese momento clave, que hoy nos da una libertad de prensa fuerte y con carácter, fue también un momento donde las columnas de opinión, anteriores a las redes sociales, tenían esa fuerza, además de la comedia y libertad que hoy no leo o veo. Recuerdo, con algo de nostalgia, cuando con los amigos y casi todas las noches nos reuníamos a tomar café en Coyoacán y platicar de todos los temas que un grupo de jóvenes de entre 17 y 21 años pueden hablar: amores, familia, política nacional o internacional. Eran parte del menú temático nocturnal que siempre se aderezaba con la risa. Esa risa sarcástica y dura, humor negro vestido de cultura nacional que se burla de todo y todos hasta que procesa las noticias y las vuelve más asequible a nuestro entendimiento.

Una de esas columnas, sin lugar a dudas la mas recurrida y agradecida, era La Columna del Ángel, de Germán Dehesa. Voz que con una maestría en las palabras, un humor sátiro y directo, podía reventar cualquier posición política tanto de derechas como de izquierdas. Una pluma expresamente política, pero apartidaria, que a diferencia de hoy en día, unificaba visiones, daba luz sobre los temas del día y nuestra clase política.

Es por eso que hace unos días que nos invitaron a una tertulia político musical con Angel Dehesa y Virulo, que definitivamente es mas Muchachocho que yo, accedí con grato gusto. En cuanto me dijeron que la tertulia, Herencias y querencias, iba alrededor de anécdotas y la columna de Germán lo primero que vino a mi mente fue ese pequeño lugar en Plaza Loreto, La Planta de Luz, donde más de una vez el grupo nocturnal se reunió a escuchar a German y al mismo Virulo en la nada desagradable labor de deshacer y rehacer nuestra sociedad, clase política, grandes empresarios y hasta uno que otro personaje de la farándula. Eran noches de risa en exceso. Tanta risa generaban, Germán y sus amigos, que uno dejaba la Planta sintiendo que había pasado dos o tres horas en el gimnasio especializado en abdomen y abductores.

Aquí es donde vuelve la frase: “Antes se hacían las cosas diferente”. La columna de Germán, como mencioné anteriormente, siempre fue una risa unificadora. Hoy en día la risa no es autónoma, no es libre, tiene un componente divisor y clasista; tanto para arriba de la pirámide social, como para abajo. Es vulgar y casi siempre soez, impertinente y segregadora de opiniones y personas. Si no piensas como yo, ya no es que seas mi contrario, ahora eres mi enemigo jurado, mi Masiosare Nacional, mi antagonista ideológico sin puntos compartidos. A esto le sumamos una sociedad que en promedio lee menos, se informa menos y de forma digital, el resultado: un combo mas grasoso que hamburguesa con papas de franquicia norteamericana.

Esta tertulia refrescante que es Herencias y querencias me recordó los tiempos donde podíamos ser valientes y corteses, duros y risueños, críticos, progresistas y con valores. Esa combinación que hoy no se ve, no se lee y si se llegará a escuchar, es peligrosa por ser contraria a todas las formas actuales, todas que son distintas y no soportan al otro diferente.

Según nos comentario Ángel y Virulo, estas tertulias seguirán realizándose los días 28 de julio, 11,18 y 25 de agosto a las 18:00 hrs en el Bar Hobos de San Ángel, en Ciudad de México. Sí, la risa es contagiosa y unificadora. Por eso los invito a que vean y sientan como eran nuestros tiempos de jóvenes, los tiempos que la ciudad era definitivamente otra, una más unificada, menos progresista pero donde criticar se volvía una risa constante y no llegaba el miedo a ser cancelado por Muchachocho Masiosare, enemigo funesto a muerte de las opiniones de redes sociales. En donde el cardio se hacía los viernes por la noche en La Planta de Luz y el resto de la semana se tomaba café con risas y amigos.

¿Y usted cómo durmió? Montiel… (Seguiremos reclamando)


VICTOR ZETENO. Comunicólogo de profesión y Chef por ilusión. De 2017 a 2022 realizó turismo biocultural en Zinacantán y eventos gastronómicos en San Cristóbal de las Casas, dos municipios del Estado de Chiapas, en México. Hoy en día es chef investigador en el Laboratorio Gastronómico Naranja Central 360º donde buscan investigar, preservar y recuperar la gastronomía enfocada en los valores ambientales, sociales y culturales. 

Contra-Mirruñas, una exaltada noche

Por Johana Trujillo (@jOtrujilloA)

La obra de teatro, Contra-Mirruñas, es una exaltada noche de deseos sexuales y caos místico.

Pestaña (Fernando Bueno Lacy), es fea y diminuta; un trozo de vello inerte que se desprende de Rodrik (Héctor Sandoval), un artista plástico, para cumplirle su capricho: un amante que no cocine desayunos, que no use ropa prestada, que lengüetee la lengua y no embarre sus sábanas.

A su casa llegará un truco místico (Andrés León); una millonaria y exitosa coleccionista (Jaklyn Bejarano) con la que ha coincido por años en las mismas exposiciones, subastas, fiestas, y ferias. Esto pondrá en duda si su Pestaña no es como todas sus inoperantes predecesoras. Junto a Uña (Abril Ramos) meten mano a la estabilidad de su progenitor y también a la de esas visitas inesperadas, incluida una guitarrista y cantante (Abril Ramos). ¿Podrá cumplir el capricho de su dueño?

Escrita y dirigida por el actor, dramaturgo y gestor cultural, Alan Escalona, Contra-mirruñas, es una propuesta de teatro interdisciplinar que, a través de diferentes cuadros escénicos, nos sumerge en la exaltada noche de este artista plástico.

Sin más escenografía que la que fuera la casa del poeta José Luis Bobadilla, hoy el Centro Cultural Máquinas Simples, el vestuario de Jimena Fernández, así como la iluminación realizada por Viridiana Narud y Shanti Adari, se acentúa la disputa amorosa entre los personajes así como la provocación de Pestaña y Uña hacia su dueño y sus visitas.

Si bien, me parece, excede en duración, pues dura una hora y cuarenta minutos, gracias a que la propuesta aprovecha los distintos espacios de la casa (patio, cocina, terraza y sala), además de que la iluminación y la música son dinámicas, nos logra mantener atentos.

Celebramos la valentía de Maquinas Simples, que abre sus puertas a dramaturgias no convencionales, en espacios no convencionales. Lleven repelente de mosquitos porque al ser una parte de la obra al aire libre, y con la ola de calor que hay en ahora en Ciudad de México, si terminas con unos cuentos piquetes en brazos y espalda.

Contramirruñas estará en temporada en el Centro Cultural Máquinas Simples los sábados y domingos de junio a las 7pm. Duración: 105 minutos. Costo de boletos: $200. Pago en efectivo o por transferencia electrónica. Informes y reservaciones al 55 4932 9567. Cupo limitado.

 


JOHANA TRUJILLO. Espectadora del teatro cultural de CDMX desde 2007.. Siempre gustosa de ir al encuentro con una obra de teatro y contar sobre ese encuentro. Fundadora y editora de Distrito Teatral desde 2012. Diseñadora gráfica que también diseña estrategias de comunicación y crea contenido para proyectos culturales y ambientales.

El insólito caso del Señor Morton: ¿quién mató al señor Morton?

Por Johana Trujillo A. (@jOtrujilloA)

El insólito caso del Señor Morton es una comedia policiaca escrita y dirigida por Martín Zapata que tuvo su primer estreno en 2003. Ahora, vuelve al escenario bajo la producción de la compañía Los Tristes Tigres, fundada por el actor, productor y dramaturgo, Adrián Vázquez, para celebrar 19 años de vida de esta compañía.

Corre el año de 1949, nos encontramos en la Ciudad de Los Ángeles California. El señor Morton fue encontrado con un balazo en el pecho, en el patio trasero del edificio donde vivía. Sin embargo, su mejor amigo, el médico pediatra Johan Mathew sospecha de un payaso que vive en el mismo edificio que ellos. Por eso, el detective Otto Morgan es el responsable de investigar su muerte. Dicha investigación nos llevará a conocer a cada uno de los inquilinos.

Un escenario vacío, no hay escenografía. Es la iluminación de Eduardo Mier la que juega el rol de formar los espacios y cambios de espacios. Con sólo proyectar luces y sombras en el piso, los actores y actrices serán quienes con sus movimientos corporales activarán nuestra imaginación para seguir esta investigación. Además, el diseño sonoro de Joaquín López Chas nos lleva a esos años cuarenta.

El elenco responsable de mantenernos atentos durante 80 minutos lo integran: Rodrigo Vázquez, Arturo Barba, Sofía Sylwin, Andrea Méndez, Hamlet Ramírez, Antonio Trejo, Fátima Favela, Carlos Patrick Austin Morgan, Amaya Blas, Alex Guerrero, Karen Furlong, Juan Pablo de Santiago y Paulina R. Menéndez.

Disfruté mucho El insólito caso del Señor Morton tanto por el juego de luces para crear los espacios del edificio donde sucedió el asesinato como porque nos llevan a imaginar en el espacio vacío. Así que, corran al teatro. Estará en temporada hasta el 12 de mayo en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. Las funciones son jueves y viernes 8:00 pm, sábado 7:00 pm y domingo 6:00 pm. Sólo suspende función el 5 de mayo pero la repone el lunes 6 de mayo a las 8:00 pm.

Archipiélago: el distanciamiento familiar en soledad

Por Johana Trujillo A.

Cuatro hermanas son un archipiélago, cercanas pero sin relación debido a que fueron abandonadas por su madre cuando eran niñas. Este hecho las marcó hasta su adultez, sin embargo, cuando Galya, la menor de ellas, encuentra el diario de su madre buscará reunir a su familia en una cena de navidad.

Con una producción realizada con el estímulo fiscal de EFIARTES y el diseño de escenografía de Isabel Becerril, el Foro principal del Foro Shakespeare se convierte en el comedor de la casa del padre de Galya (Viridiana Olvera), Tanya (Flavia Atencio), Katya (Sandra Burgos) y Sonia (Sophie Alexander-Katz) aunque ahora quien las reciba sea solo Lucia (Pilar Ixquic Mata), la viuda. A la izquierda vemos una barra que a veces nos evoca la cocina o un bar en cualquier parte de la ciudad. A la derecha un cúmulo de libros apilados en distintas hileras que nos transportan al sótano de la casa.

Gracias a la iluminación de Alita Escobedo es que vamos acompañando a los González e descubrimos por qué son un archipiélago y no un continente. Luciano, el hijo de Galya, es interpretado por el niño Antuan Trejo; Cesar V Panini es Alfonso, el esposo de Tanya; Manuel Cruz es Román la pareja de Katya y Andrés Leland es Javier, el esposo de Sonia (alterna funciones con Roberto Cázares)

Archipiélago es una obra escrita por Sandra Brugos ganadora del Premio Bellas Artes de Dramaturgia Baja California Luisa Josefina Hernández 2020. Dirigida por Valeria Fabbri, habla del distanciamiento familiar, el abandono, el desempleo, la depresión, el reencuentro y de lo importante que es ser familia aunque los secretos terminen saliendo a la luz pues si bien “cada quien tiene su propio desafío”, también, “a veces estamos muy solos en la vida”.

Después de verla me vienen preguntas sobre los vínculos familiares y cuánto puede vivirse dentro de una familia. ¿Los secretos se viven en soledad? ¿Qué lleva a evitar que la verdad salga a la luz? ¿Qué puede cambiar en la vida de una persona cuando elige recorrer el camino junto a otra? ¿Qué nos lleva a buscar el reencuentro familiar?

Estará en temporada hasta el 25 de abril todos los miércoles y jueves a las 20:30 hrs en el Foro Shakespeare (Zamora #7, Col. Condesa). Tiene una duración de 1:30 hrs con un intermedio de 10 minutos.

La Ira de Narciso

Por Viridiana Nárud

¿Se puede ver al otro a través de sí mismo? ¿Se puede conocer la humanidad desde las visión única y exclusiva del Yo? ¿Se puede hacer referencia al otro si sólo me tomo como referencia a mí? Existe algo peligroso en encasillarse con una sola definición y es que el encasillamiento significa también una cuadratura, adaptarse obligadamente a algo. Existe algo contradictorio en Sergio Blanco: es un fiel protector de las fronteras ya que estas diferencian al individuo del otro, pero cree que el Yo es un instrumento de comunicación indivisible del otro y que a través de su propia persona se puede comunicar con el Todo.

Para los místicos antiguos es necesario disolver el Yo ya que se encuentra arraigado al Ego. Para Jung el abandono del Yo era una búsqueda del self, pero Sergio Blanco juega con su propio reflejo y se hunde en su propia visión. Es cierto, es grandilocuente y un gran académico que dibuja las palabras de gran contenido, pero en realidad están vacías. Sergio Blanco contiene a Sergio Blanco, no a la humanidad ni su comportamiento.

Quizá por ello su análisis me cuesta trabajo. En La Ira de Narciso juega con esta figura mitológica para hablar de su propio asesinato, de la visión del arte y su necesidad de sobrevivir a la muerte. Es cierto cuando Sergio Blanco dice que él no crea nada nuevo y sólo toma de los antiguos, empero, ha sabido hacer de su autoficción una marca que lo hace reproducible en el mundo. Ese es el anhelo de Blanco, su reproducción metafísica a través del acto teatral.

El montaje de Boris Schoemann y la actuación de Christian Magaloni son impecables. Todo está en su lugar. Se reduce a lo mínimo indispensable, dejan que el texto hable y que Blanco brille.

No puedo negar que por momentos esta obra tiene momentos de entretenimiento y reflexión, pero no vemos nada más que a Sergio Blanco hablando de Sergio Blanco, que toma como pretexto los migrantes, la indiferencia del mundo, la sexualidad como alucinación, la muerte como acto último de la imaginación. Pero en la trama, aunque el anuncia desde un principio que no va a existir acción dramática sino narrativa, por momentos la espiral que intenta hacer, se suspende creando una línea recta sin dirección fija. La trama tiene recovecos que la vuelven predecible por lo que la tensión no puede sostenerse, pero sí el humor.

Como espectadora crítica debo aceptar que la grandilocuencia de Blanco no me emociona y tampoco me confunde, es un elefante blanco en medio de un desierto en donde poco se reflexiona y cuestiona.

Un jardín: jugar, contemplar y descubrir

Texto y fotografías por: Johana Trujillo

Diferentes tonalidades de verde me llevan a reconocer un jardín. Dos casitas frente a mí comienzan a cobrar vida. Llaman la atención de la pequeña espectadora que eligió ser parte de la experiencia.

Una ventana se abre en la casa de la derecha, luego en la de la izquierda. Se persiguen, se imitan, exploran, juegan. Luego se saludan con un pie o con una mano. Una lagartija y un gusano de cartón salen de ahí.

“No estoy entendiendo”, dice mi cabeza mientras veo Un Jardín en el Teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque (CCB). Después, los personajes asoman la cabeza y nos miran asombrados. Salen, juegan a imitarse mientras hacen coreografías y movimientos corporales. “¿De qué se trata esto? ¿Cuál es el objetivo”, vuelve a intervenir mi mente. El jardín en la noche cobra vida con luciérnagas y flores luminosas.

La música es instrumental y relajante, media hora después, cambia a una más rápida y “movida”. No hay diálogos, solo movimiento, sonidos y música que invita a estar presentes y atentos. Estos personajes nos invitan a jugar, contemplar y descubrir juntos ese espacios de hojas sueltas, altos pastos y ramitas caídas de los árboles.

Un Jardín es un espacio, una experiencia escénica para peques de 2 a 4 años, personitas que se asombran, se preguntan y quieren ir a explorar lo que tienen frente a sus ojos. De esta manera, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través del programa de Teatro para niñas, niños y jóvenes de la Coordinación Nacional de Teatro y la compañía Una canasta de limones, invitan a ha habitar el espacio teatral en familia. Se busca que se toquen texturas y que todos puedan jugar, el único requisito es interactuar sin zapatos.

Con este proyecto, la compañía Una canasta de limones busca entender a qué juegan y qué interesa a estas edades. La propuesta nace de preguntarse: ¿cómo generar un espacio seguro para que los niños puedan habitarlo? ¿A qué queremos jugar? ¿Cómo comparten y ven la vida esta edad?

Esta puesta en escena cuenta con la dirección escénica de Mauricio Arizona y las interpretaciones de André Usagui y Mario González Solís. El diseño de escenografía es de Aline Bejarano, el diseño de vestuario, de Sergio Mirón; la ilustración escénica e identidad gráfica de Marco Enciso, y la música original está a cargo de Edwin de Partera.

Los pequeños que se animen a explorar ese jardín nos mostrarán la curiosidad en acción y cómo jugar, sin embargo me queda la duda sobre cuánta conexión con la naturaleza puede generar esta experiencia que se apoya de la ficción. Si alguien tiene la respuesta por favor escríbame de vuelta. Mientras, vayan y exploraren Un jardín, harán una pausa descubriendo el valor de compartir. Ofrecerá temporada del 23 de septiembre al 29 de octubre, los sábados y domingos a las 13:00 horas, en el Teatro El Galeón Abraham Oceransky del CCB.

Otro Romeo y Julieta

Romeo y Julieta quizá sea una de las historias de la literatura más conocidas. Dos adolescentes cuyas familias están enemistadas y se enamoran. Su amor prohibido (ésta es la verdadera historia de la cual no pienso dar detalles por si hay algún despistado que aún no la haya leído o visto) los lleva a un fatal desenlace.

   Bestiario teatro presentó ésta misma obra en el Teatro La Capilla de la Ciudad de México. Bajo la dirección y traducción de Diego Álvarez Robledo diez jóvenes actores vestidos de manera simple, un pantalón holgado, camisa negra y botas de trabajo, dieron vida a esta historia estrenada en el siglo XVI.

   La propuesta de Bestiario es atractiva. Toda la obra parece un collage en el que la anécdota es más importante que la figura del actor, me explico: los personajes de Shakespeare están dibujados con sus características particulares, de modo que los actores se pasan el vestuario como una especie de estafeta, es así que a veces Romeo es ella, o Julieta es él, pero la dama que acompaña a Julieta siempre es coja y lleva mandil.

   Mientras que la obra sucede en Verona y Mantua, Bestiario no se preocupa de vestir el teatro con decorados o escenografías complejas; la compañía apuesta por un espacio negro, simple, con apenas tres cajones de madera cruda que les sirven para crear diferentes sitios. Así estos cajones se convierten en un sepulcro, en un salón de fiestas o en la muralla que Romeo escala para llegar a su amada. Al fondo hay un balcón que acentúa y crea atmósferas distintas gracias a la iluminación y, hay que decirlo, la dirección aprovechó al máximo el espacio del teatro, ya que los actores no se limitaban al escenario, entraban y salían por entre el pasillo del público lo que, como espectadores, nos obligaba a seguir con atención a los actores y daba una absoluta fluidez entre una escena y otra que mantenía el ritmo de la obra.

   Para sumar un elemento a esto que he percibido como un collage, hay que destacar el playlist que acompañaba la obra, acentuando el ambiente creado por los actores, canciones de Radiohead, The Beatles, The Turtles, The Mamas & The Papas e incluso alguna colada de Celso Piña potenciaban algún aspecto emotivo o festivo en las diferentes escenas, en las que la propuesta rozaba con un musical.

   Un detalle muy puntual que hubiera agradecido es un intermedio, casi tres horas de función requieren de mucho trabajo y atención, no sólo para los actores, sino como espectadora.

   Romeo y Julieta es un clásico, es una apuesta segura porque es una obra que, no sólo ha sobrevivido a este mundo ingrato que a veces suele ser el teatro, sino que ha permanecido con gloria tanto en la literatura como en la escena.

La propuesta de Bestiario al rehacer a Shakespeare es atractiva, pero no puedo evitar preguntarme: ¿para qué? ¿Se hace teatro por el ejercicio de hacer teatro? ¿Pudo haber sido Shakespeare como Moliere o Lope de Vega? Y no me malentiendan, da gusto ver a jóvenes con tanta energía en la escena, pero al final no creo haber visto una perspectiva diferente de Romeo y Julieta.

Quizá, como decía Michael Ende en Momo “En una palabra: los teatros eran tal como la gente se los podía permitir. Pero todos querían tener uno, porque eran oyentes y mirones apasionados.” Y entonces tenemos el teatro que nos podemos permitir.

 

Blanca Valdepeña.

Ensayista y traductora. Estudió Letras hispánicas en la Universidad de Guadalajara. 

Todos eran mis hijos

Por Viridiana Nárud

Arthur Miller es conocido por haber hecho fuertes críticas al sistema y la creación como ideal del conocido Sueño Americano, el cual promueve hasta la fecha, los valores norteamericanos de la meritocracia. Sin embargo, la obra de Miller no es panfletaria, por el contrario, es totalmente humana. Los personajes de este autor viven dramas profundos en los cuáles se cuestionan sus valores morales en medio de una sociedad corrompida por el dinero y el consumismo, todo esto en medio de una época llena de censura y explosión del Sueño Americano.

Todos eran mis hijos narra la historia de una familia que ha perdido a su hijo en la guerra,

poco a poco, como lo hacen las grandes dramaturgias, nos va revelando un oscuro secreto familiar que acaba con la fachada de una familia perfecta que promueve el Sueño Americano.

En esta ocasión Diego del Río decidió tomar en sus manos el texto e interpretarlo desde una visión que no pertenece a la obra. Diego impone, no escucha al texto. Esto se ve desde la primera escena en donde la unidad de espacio y tiempo se ha roto y genera en el espectador perdida y confusión.

El drama de Arthur Miller exige mucho por parte de dirección y de actores. Se necesita entender el tren de pensamiento y carga emocional de los personajes: todos tienen un oscuro pasado que los atormenta, la lucha interna no les permite estar del todo en el presente, es por ello su conflicto. Sin embargo, en el montaje de Diego del Río, los actores parecen no estar conectados con sus personajes. Miradas vacías, palabras ligeras, no existe acción alguna que muestre la densidad de acción dramática planteada por el autor y los conflictos internos y externos de los personaje.

Sólo existen tres actores que sí comprendieron la obra: Arcelia Ramírez, Angélica Bauter y Eugenio Rubio. Pero debido a la falta de replica de sus compañeros a nivel actoral, el drama parece desencajado. Hay un momento en donde Eugenio Rubio mira a Ana Guzmán buscando respuesta, pero ella no responde. Sólo la trama cobra poder y sentido cuando Arcelia Ramirez y Eugenio Rubio se encuentran. Para esto ya pasaron casi dos horas del montaje.

Mi invitación es para los actores y el director: ¿Por qué no dejar que la densidad de la dramaturgia hablen? ¿Por qué quitarle sentimiento a la palabra? ¿Por qué imponer una visión de dirección de un teatro vacío en donde no es necesario? ¿Por qué elegir un texto si en verdad se quiere decir otra cosa?

La dramaturgia de Arthur Miller no sólo expresa una época, sino cuestiona el conflicto humano ante el derrumbamiento de sus ideales, de sus creencias, es la lucha por la dignidad y el mantenerse humano ante una sociedad consumista dispuesta a todo por dinero. ¿Nos parece familiar?


La obra estará en temporada hasta el 19 de septiembre en el Teatro Helénico.