POZOLE

O LA VENGANZA DE LOS ANACRÓNIDAS

Un buen actor puede ordenar a un público con un sólo movimiento.
Robert Wilson

Por Viridiana Nárud @viridianaeunice

pozole

“¿Por qué aceptar una segunda categoría en nosotros o en los otros? ¿Por qué tenemos que reír si no es divertido? ¿Por qué tenemos que suspirar por algo harto sabido? ¿Por qué tenemos que sorprendernos de aquello previsible? ¿Por qué lo hacemos? Lo hacemos porque necesitamos reír, suspirar, sorprendernos”. Dice David Mamet en su libro ‘Verdadero y falso herejía y sentido común de actor’.

Como público asistimos al teatro a hacer catarsis o en el peor de lo casos, a entretenernos. Sin embargo, la industria del entretenimiento tiene objetivos claros, como hacer pasar un buen momento al consumidor. Ya que éste paga por diversión o una emoción previamente anunciada. Empero, cuando asistimos a recintos institucionales con producciones independientes que tienen una búsqueda como autor, deseamos ver algo extraordinario.

‘Pozole o la venganza de los anacrónidas’, es el resumen del mito griego de Cronos con algunas variantes. Tres personajes que se creen descendientes divinos se reúnen anualmente para hacer la cena ritual que los une con su padre. La variante es que éste no asistirá. También toman frases de Sigmund Freud para proyectarlas en un ciclorama para complementar, y no dialogar, con aquello que no se logró mostrar en escena.

Esta obra es un ejercicio escénico que vio previamente la luz, a pesar de que ya ha tenido temporadas anteriores no deja de ser un ejercicio. Hacen falta mejoras en la dramaturgia ya que el objetivo es poco claro, hace guiños a la farsa, a la tragedia, a la pieza sin lograr consolidarse en un ningún género, también cabe mencionar la nula tensión dramática. Si bien es cierto que en la actualidad no existen géneros puros, la variación y mezcla entre ellos debe tener como objetivo narrar una trama -en el caso de obras que sí tienen como intención revelar una historia. Pero cuando el escritor es un aprendiz, entonces debe ceñirse a ciertas normas y reglas que le permitan dominar la escena y el drama. De no ser maestro o carecer del oficio del dramaturgo es mejor no hacer este tipo de experimentos, ya que el resultado es un ejercicio y no una obra terminada.

Cuando hablo de la obra terminada me refiero a que el artista tiene previamente procesos de ensayos o laboratorios para mostrar la obra y, que ésta no vea la luz como un producto no terminado. Ya que todo producto manufacturero que deje ver sus costuras es un producto defectuoso. ‘Pozole o la venganza de los anacrónidas’, es un ejercicio escénico el cuál deja ver claramente sus costuras. Falta trabajo y autocrítica por parte de los creadores.

Es cierto que la obra tiene momentos que te hacen reír y que están bien logrados. Pero el final en la historia es tan previsible que el espectador pierde interés rápidamente. ¿Por qué entonces ríe el público? Porque tiene la necesidad de acompañar a estos jóvenes actores con la esperanza de reencontrarse a sí mismo (anagnórisis), de purificarse (catarsis), o, como dice David Mamet, porque tiene la necesidad.

POZOLE O LA VENGANZA DE LOS ANACRÓNIDAS
Dirección: Héctor Iván González, Guillermo Revilla, Edgar Valadez.
Dramaturgia: Héctor Iván González, Guillermo Revilla, Edgar Valadez.
Elenco: Héctor Iván González, Guillermo Revilla, Edgar Valadez.
Teatro Sergio Magaña (Sor Juana Inés de la Cruz núm. 114, colonia Santa María la Ribera.)
Jueves y viernes 8:30pm
Hasta el 11 de marzo