Yo sólo sé que no sé náhuatl

Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)

“Yo sólo sé que no sé nahualt” es una obra cabaret que perteneció al Ciclo de Teatro al Aire Libre del Centro Cultural Helénico, con motivo del Día Internacional del Teatro. Este ciclo fue lidereado por César Enríquez. Como invitados estuvieron los chicxs de Talavera Cabaret, compañía que tiene su base en Puebla. Esta obra hace un referente obvio a los exgobernadores de Puebla Moreno Valle y Erika Alonso.

La obra nos lleva a un pasado remoto de la Tenochtitlan en donde existió un juego, “Jumanji Mexica”, el cual se encuentra enterrado bajo la juguetería Livercool. Tras el descubrimiento de una niña de siete años Coniyi, quien tiene una beca CONACIT, se liberan antiguas fuerzas destructoras del pasado y toman vida en este plano. Sin embargo, el Universo carece una estructura lógica y es difícil continuar la trama ya que se rompe a manera de capricho. La obra parte de premisas raciales que separan a los “prietos”, “cafés”, de los blancos y españoles.

Este tipo de planteamientos me hizo cuestionarme: ¿Es el arte un vehículo en donde se deba salvaguardar la ingenuidad y los prejuicios? Clasificar a las personas por el tono de su piel, por la colonia en dónde viven, por su horóscopo, ideología o raza ¿no resulta peligroso? Cómo puede afectar el constructo de nuestro pensamiento basar nuestra lógica en las siguientes premisas: “Un rubio es menos bueno que un moreno” o “Un moreno es mejor persona que un rubio”. ¿Nuestro tono de piel nos define en el mundo?

Talavera Cabaret, crea una dramaturgia basada en este tipo de premisas. La lógica se pierde y a veces cuesta trabajo entender lo que sucede dentro de la historia porque el universo no queda establecido y se rompe a gusto de los intérprete. A veces cuesta trabajo entender qué pasa y por qué suceden las cosas.

Apelar a las diferencias a través de una dramaturgia discursiva tiene como resultado una comedia de ideología. En donde el problema de la sociedad es ser blanco o español, moreno o prieto.

Mostrar y no decir es parte esencial de la acción dramática. Sin embargo, los chiscxs de Talavera Cabaret parecen inmunes a esa premisa, así como el de no respetar su propio universo. Es indiscutible que las interpretaciones de los actores tienen bases en el corazón y se entregan a cada momento, pero la ficción, como el cabaret no sólo es corazón es un constructo; un artificio estético y crítico de la sociedad y por qué no también del arte.

Es interesante conocer el trabajo de esta compañía y ver cómo su trabajo se adapta a la Ciudad de México. A veces los recursos sonoros y gags se desgastan repitiendo el mismo chiste más de tres veces.

¿Por qué tomar al problema del racismo atacando el color de piel de otra persona? ¿Por qué no mostrar lo que un individuo hace a otra persona? ¿Acaso nuestras conductas humanas no son patrones que se repiten infinitamente y podemos sentirnos identificados con las acciones del otro o ver al otro a través de sus acciones? ¿Es el color de nuestra piel lo que dicta nuestra inteligencia y bondad? ¿Es la aceptación de la ideología una manera de juzgar al mundo? ¿No es importante cuestionar y criticar incluso aquello que nos parece afín? ¿No es el cabaret una denuncia más que una ideología?