En búsqueda del teatro que no he visto

Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)

Más que ser crítica o espectadora me considero una amante del teatro. Mi asistencia a él responde a una necesidad personal en donde busco salir fuera de mí, olvidar que soy humano para presenciar hechos extraordinarios que cometen personajes que juegan a ser humanos. Un personaje se vuelve extraordinario por su potencia de ser posible o imposible una situación ideal o mundana, y por esa manera extraordinaria de enfrentar los conflictos que atañen al alma humana dentro de una sociedad.

Al leer las obras de Ibsen o Chejov observamos cómo personajes en potencia de ser extraordinarios acaban consigo mismos por miedo a enfrentar a la realidad de lo desconocido. El teatro ha sido para mí la búsqueda de catarsis más adictiva incluso que el cine. Uno observa al vilo de la butaca a esos actores que juegan a ser otros y que nos muestran una realidad inventada en la mente de un escritor, pero que nos parece más real que la realidad misma. Es en el arte en donde encontramos respuestas después de un extravío del alma.

Sin embargo, durante los últimos años en mis visitas al teatro los dramas han resultado intrascendentes, aburridos o simplemente entretenidos, nada que me sacuda dentro del alma y que me mantenga al vilo del alma. Recuerdo haber visto en el Milagro “¿Quién teme a Virginia Woolf?” y recuerdo la mirada de Jiménez Cacho dirigiéndose a la audiencia sin verla: ¡Eso es poesía! pensé mientras la trama nos sumergía en la sórdida existencia de otros seres, en una historia que me hacía olvidarme de mí misma.

En los últimos meses he leído constantemente a Dostoevsky y lo que me ha emocionado es su capacidad de hablar de la bajeza del alma sin importar la clase social a la pertenecen sus personajes. Hijos deseosos de matar al padre por su abandono; hombres capaces de matar por hambre y por no tener escapatoria ante una sociedad que olvida los más pobres. ¿De qué habla el teatro mexicano en la actualidad? ¿Por qué todo tiene que ser la adaptación de algo? Los escritores debemos hablar de las problemáticas de nuestra sociedad y de nuestro tiempo, apropiarnos de las palabras de otro jamás nos van a permitir retratar nuestro conflicto.

¿Por qué usar las palabras de otros? ¿Por qué poner siempre: basado en el texto de…? ¿A caso hemos perdido la capacidad de criticar nuestro tiempo? Porque no se puede decir que no existan obras que retraten los conflictos actuales, de hecho creo que lo hacen repetidamente. Por ejemplo: La obra “Los humanos” es un ejemplo del cliché de los conflictos familiares, pero todo se queda en la superficie. La crítica, base de nuestro pensamiento profundo, se ha perdido.

¿Ha perdido el teatro la capacidad de convocar audiencias o son los escritores quienes han perdido la capacidad de contar historias? No sé por qué, pero cada vez que voy al teatro sigo preguntándome cuándo podré olvidarme de mí por unas horas. Sé que no soy la única a quien le pasa esto. Pienso en las personas que me acompañan, en las veces que después de una función me dicen no me gustó o en mi próxima invitación jamás aceptan. ¿Para quién se escribe el teatro en la actualidad? ¿Para los jurados, teatreros o para convocar seres humanos en búsqueda de renacer cada vez que asisten a una obra?