El teatro que nos dejó la pandemia

Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)

A manera de maldición un proverbio chino desea al otro que viva tiempos interesantes. ¿Qué hace a una época interesante? Parece ser que es en retrospectiva que uno puede dar semejante valor, porque en su momento parece ser todo convulso. Después de un año de la pandemia, del encierro obligado, de una vacuna que aún no es segura, podríamos hacer un ejercicio que en retrospectiva nos muestre su interés.

Las cosas cambiaron. Trump perdió las elecciones y lo que parecía imposible, se mostró como una posibilidad: Una guerra civil dentro de la potencia más grande del mundo. El mundo conoció la otra cara de la moneda de esta potencia: la intolerancia, la ignorancia y el racismos exacerbado salió de las cloacas. La muerte de George Floyd siendo grabada. Black Mirror se quedó corto. La realidad siempre supera la ficción.

En nuestro país la intolerancia, la división de clases se mostró como victoria en nuestras elecciones. Somos una telenovela: Buenos vs malos; ricos vs pobres y nuestra calidad humana, el diálogo, la comunidad con el otro quedaron atrás. Lo importante es el color de tu piel o el color de piel que tiene tu pensamiento. Nuestras ideologías importan más que nuestro sentido común y nuestra capacidad de discernir como individuos no importa. Lo valioso es pensar en colectivo.

La salud física y mental cobraron estragos. La ansiedad se vio en aumento. La venta de dildos aumentó porque los abrazos y nuestra sexualidad quedaron restringidas en aplicaciones. El miedo de encontrarnos, de conocernos sigue perpetuándose. Las madres histéricas encerradas con sus hijos. La restricción del consumo del alcohol porque la violencia incrementó. Una serie de influencers, uno más idiota que el otro, alcanzaron la fama. Los abrazos quedaron restringidos y el acto mismo de abrazar parece una insurrección que pone en riesgo tu vida.

El teatro, así como todo espacio cerrado que invite a la masa, es peligroso. El virus puede matarte, es una realidad. Así que su asistencia podría ser un acto extremo. ¿Por qué como espectadores tendríamos que ir a poner en riesgo nuestras vidas? Yo digo que es por una necesidad de sentir y pensar. Sin embargo, las ofertas en cartelera anuncian una pausa en el tiempo, son producciones que sólo esperaron la apertura de los teatros para ser montados. Pero el mundo, el lenguaje cambió y esa existe una urgencia de vivir y sobrevivir.

El concepto y las ideas apenas si tocan la superficie ni hablar de los sentimientos. Se ha confundido la poesía y la filosofía dentro del teatro con palabras cursis y artifisiosas, cuando en realidad su función es la revelación del mundo y de las ideas. El mundo no sería lo mismo sin las ideas de Nietzsche sin la poesía de Mallarmé.

El crítico no es un aliado del artista, pero sí del arte. El crítico cuestiona y critica en su primer acepción de la palabra: genera un análisis pormenorizado y valores propios de la materia, que en este caso es el teatro.

Nos encontramos en un momento interesante. La invitación es a que las carteleras de teatro se renueven, que los artistas se reinventen y que no sólo hablen lo que tenían que hablar el año pasado. La noche nos ha cubierto y apenas podemos distinguir el mundo de las sombras. La muerte ha llenado los velatorios y ha hecho a las casas funerarias más ricas en medio de una crisis económica. Muchos de nuestros amigos, conocidos y familiares se han ido y el miedo de tocar y estar con el otro nunca ha sido tan real. No demos oportunidad a que la nada habite nuestro discurso porque entonces todo podría volver a pasar.