¿Cómo funciona el sistema cultural en la Ciudad de México?

 

Por Johana Trujillo A. (@jOtrujilloA)

Este texto de Alejandra Aguilar me dejó pensando en cómo funciona el sistema cultural en la Ciudad de México (y supongo que es así en todo el país) donde el gobierno tiene un sistema que aumenta la precarización de las personas que nos ofrecen opciones para ir al teatro. Pero también afecta a miles de profesionales de la cultura, tanto empleados como independientes, quienes, salvo algunas privilegiadas excepciones, no gozan de condiciones de trabajo dignas y por el contrario, a menudo pagan por trabajar. Por ejemplo: artistas, proveedores, personal de montaje, curadores, galeristas, museógrafos, mediadores, actores, profesores, periodistas y críticos.

El sistema abre convocatorias que generan agentes culturales seleccionados y por tanto proyectos programados pero con pagos ínfimos que cuanto más tiempo tardan en salir más aumentan su precarización y endeudamiento que impactan no sólo su estabilidad económica sino su bienestar emocional. Su autonomía se ve alterada, sus relaciones personales se cierran a los colegas, sus tiempos de descanso son mínimos y la maternidad no se ve como un plan a futuro debido a que sus condiciones laborales no son óptimas.

Se enfrentan a un mercado laboral que no garantiza solidez para sus trayectorias profesionales y consecuentemente éstas son temporales, inciertas y flexibles. Tienen empleos con mínimas prestaciones sociales y bajos salarios, cuya contratación puede ser por escrito o de manera verbal, y además realizan su propia producción artística obteniendo recursos de la iniciativa privada o del Estado, lo que les ofrece estabilidad económica por tiempo definido. Una vez agotados esos recursos inicia un nuevo ciclo de búsqueda de financiamientos para continuar con sus producciones culturales.

Por ejemplo, a los artistas escénicos no se les paga por los ensayos, sino que reciben su ingreso hasta que se estrena y comienzan las funciones de la obra de teatro, por lo que pueden pasar meses sin percibir remuneración alguna, y ante tal situación llevan a cabo otras actividades laborales, incluyendo la elaboración de propuestas artísticas para someterlas a concurso público, dan talleres de actuación y ejercen la docencia en instituciones educativas. La brecha de desigualdad es visible. Los artistas que tienen un origen social alto dedicarse a su producción cultural implica menos dificultades que para aquellos de origen social medio, debido a que sus necesidades materiales y económicas están cubiertas. Aunado a esto, quienes trabajan en la academia serían los únicos que reciben salario y prestaciones, es prácticamente es inexistente que profesionistas independientes cuenten con esos beneficios.

¿Cómo influyen las condiciones de producción y el desgaste emocional en la calidad de la oferta cultural y el gusto por ir a los recintos culturales? ¿A dónde se van los impuestos y los presupuestos si las instituciones culturales tampoco tienen suficiente dinero para sobrevivir? Ante tanto recorte presupuestal y proyectos insignia, ¿cuáles están siendo las prioridades del gobierno año con año? ¿La población general no encuentra valor en producir o consumir cultura?

¿Qué queda? Practicar el autoempleo, las actividades freelance y formar organizaciones para contrarrestar la precarización y la desigualdad. Vivir con los padres o roommates para solventar gastos, realizar varios trabajos para cubrir el pago de la renta, los servicios, la alimentación, apoyar a sus padres con los gastos de la casa. Otra opción es seguir la estrategia de Alejandra Aguilar: desobedecer el credo “amor al arte” con el emprendimiento y más cuando tienes al casero encima.

Pero, ¿qué otros caminos hay para cambiar los pagos ínfimos del gobierno y las condiciones de producción? ¿A quién le corresponde cambiar las bases de las convocatorias para la programación cultural del gobierno? ¿Cómo mejorar las condiciones laborales del sector cultural?