EXCESO DE EQUIPAJE

ALGO SENCILLO Y SIN DRAMAS

Por Viridiana Nárud @viridianaeunice

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“Exceso de equipaje” es una obra compuesta por quince microdramas con duración de tres minutos cada uno. Cada microdrama cuestiona de manera dramática qué es una maleta y cómo este exceso de equipaje puede ser el resultado de una carga emocional de quien la carga. Sin embargo, el dramaturgo Alberto Castillo se muestra tibio en darle vida a sus personajes ya que prefiere terminar con los relatos justo cuando la trama cobra fuerza.

La puesta en escena es sencilla: la escenografía, una tarima de madera; el vestuario, una camisa y un vestido que cambian conforme al personaje; la iluminación sencilla que cambia cada microrrelato; una dirección que no arriesga a sus actores ni público; la dramaturgia al ser microrrelatos siempre quedan inconclusos, a pesar de tener potencial para ser una obra completa; no olvidemos la maleta que funciona como metáfora y da el pretexto a la obra de existir. En general, estos complementos en la puesta en escena no mantienen un discurso, por lo tanto se encuentran aislados y no llevan a ninguna emoción al terminar la obra. En realidad, lo que hace que esta obra no caiga son las actuaciones de Romina Coccio y Miguel Conde.

David Mamet dice: “En una obra bien escrita, y en una obra correctamente interpretada, todo conduce al clímax”. Pero al tener una obra que no tiene clímax, nos encontramos ante una situación como espectadores donde el clímax se promete pero nunca llega. Esto se debe a la estructura dramática que ha elegido el escritor para darle vida a estos ejercicios que han logrado caber en una obra de teatro.

Yo cuestiono a la directora Pilar Ceredo: ¿su objetivo es mostrar sólo buenas actuaciones? Ya que lo que se ve en escena es una acto cómodo por parte de todos los integrantes donde no se muestra nada más que una conformidad con el trabajo “bien hecho”. Debido a que esta puesta en escena no permite adentrarse en las entrañas de los personajes, y un discurso inexistente por parte la directora, se encuentra condenada al olvido.

En general, “Exceso de equipaje” es una obra que sirve para divertimento de un espectador que busca algo sencillo sin dramas, ni tragedias, y que tampoco desea salir pensando al salir del teatro. Es una obra que sirve para entretenernos y matar el tiempo.

Dónde: Foro la Gruta. Av. Revolución 1500, Campestre.
Dramaturgia: Alberto Castillo.
Dirección: Pilar Ceredo.
Actuaciones: Miguel Conde y Romina Coccio.
Cuándo: Sábados 7 p.m.
Hasta el 30 de abril

EL JUEGO QUE TODOS JUGAMOS

EL PODER DE DAR VIDA A UN TEXTO DRAMÁTICO

Por Viridiana Nárud @viridianaeunice

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“El juego que todos jugamos” de Alejandro Jodorowsky, hace una crítica a la sociedad y trata de despojar a los seres humanos de máscaras sociales que han sido impuestas. Es un esfuerzo por hacer caer al espectador en razonamientos obvios para despojarlo de la comodidad e invitarlo a ser feliz y honesto. Alejandro Jodorowsky guía al espectador a una verdad impuesta por el autor. Arrebata la voluntad al público ya que, como un libro de autoestima, nos dice los pasos a seguir para una vida feliz. No ayuda a la reflexión y catarsis del espectador, sino como una “Madre castradora” nos dice el rumbo a seguir.

La obra fue montada en el año 1970 y el título se debe a un libro del famoso psicoanalista Eric Berne, Games People Play. Jodorowsky se dio a conocer en nuestro país por los riesgos que tomaba en la dirección y puestas en escena. Ha quedado como un mito debido a su papel como fundador del “Movimiento Pánico” junto a Fernando Arrabal y Roland Topor. Aún se cuentan las historias de los daños psicológicos que tuvieron algunos de sus actores y los asombrosos espectáculos, que como relatos urbanos, han sobrevivido en el imaginario del público.

Cuarenta y cinco años después los productores Jesús González y Jimena Marín deciden montar nuevamente la obra con la dirección de Rodrigo Mendoza, con actuaciones de Daniela Luján; Dayamanti Quintana, Perla Encinas, Enrique Olmo, Alex Santos, María Ayuso, Francisco Vallejo, Luis Lesher y Sergio Suárez, las cuales resultan falsas y sobre actuadas durante toda la obra. Si bien es cierto que son ellos mismos interpretándose, pareciera un absurda encomienda ya que actúan a ser ellos.

Al final de la obra uno de los actores dice: “El teatro necesita verdad”. Entonces ¿por qué no se muestran verdaderos y honestos en escena? ¿Por qué montar una obra en donde el texto, la honestidad y replanteamiento de valores predomina y terminar haciendo un teatro falso y lleno de clichés?

La tarea de un director es dar vida a un texto dramático a través de una postura estética e intelectual. Él es el encargado de articular un discurso en el cual la escenografía; iluminación, actuaciones, diseño sonoro, vestuario, etc., deben dialogar entre ellos. Este diálogo permite a los creadores escénicos tener una postura dentro de una obra. Sin embargo, cuando el director no tiene un discurso más que el texto, entonces las deficiencias se ven en la puesta en escena ya concluida.

A pesar de que “El juego que todos jugamos” cuestiona a través del texto de Wilhelm Reich al “hombre pequeño”, por tener una vida sin opiniones propias, el director se muestra sin una opinión, ni postura ante el arte teatral. Tener como respaldo un texto de Jodorowsky, no hace de los participantes unos rebeldes de la escena. Por el contrario, hace evidente sus deficiencias.

Esta puesta en escena carece de una postura visual unificadora; la escenografía, la iluminación, las actuaciones, los números musicales… se muestran todos como hechos aislados que no permiten un desarrollo natural de la ficción o propuesta dramática. Ni el texto ni la dirección resultan provocadores o transgresores en la actualidad. Por el contrario, son pasados de moda.

Hago una atenta invitación a Rodrigo Mendoza a cuestionarse, ¿Por qué un espectador debe sentarse más de dos horas en un teatro para ser vilipendiado por nueve actores y ser llamado ‘hombre pequeño’? Entiendo la postura del autor, quien es conocido por sus libros como ‘Evangelios para sanar el alma’ donde dicta respuestas para una vida mejor. También sé de sus actos psicomágicos que intentan sanar el alma. Alejandro Jodorowsky, tiene una postura, se puede estar en desacuerdo o no. Rodrigo Mendoza, no tiene una postura ante el poder de dar vida a un texto dramático.

“El juego que todos jugamos” es un título poético que no deja esa amarga sensación del sin sentido de la existencia humana. Lástima que esa poesía no pueda ser transmitida en una puesta en escena.

Dónde: Teatro López Tarso, Centro Cultural San Ángel. Av. Revolución S/N.
Dramaturgia: Alejandro Jodorowsky.
Dirección: Rodrigo Mendoza.
Actuaciones: Daniela Luján; Dayamanti Quintana, Perla Encinas, Enrique Olmo, Alex Santos, María Ayuso, Francisco Vallejo, Luis Lesher y Sergio Suárez, las cuales resultan falsas y sobre actuadas.

OÍR AULLAR UNA VEZ A LOS LOBOS

¿Qué tan fuerte aúllan tus lobos o cuántos cuervos rodean tu corazón?
Fredo Godínez

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I
¿Cómo escribir una reseña de una obra que ya ha sido comentada bellamente por Nicolás Alvarado? ¿Cómo hablar de los problemas de una relación de pareja, cuando hace rato no sé nada acerca del tema?

Mi reproductor musical suena, la gente duerme y yo intento escribir este texto. De pronto, Natalia Lafourcade canta: “y lo que hablamos ahora ya no es el mismo idioma ni razón”. Magia. Encontré mi punto de partida.

Soy de los que cree que uno llega a cierto cuadro, a cierto libro o a cierta puesta en escena por búsqueda temática o por necesidad sentimental. Particularmente me llama la atención aquella expresión artística que busca confrontarme con el tema de pareja, me es tan atractivo al mismo tiempo que incómodo; me es tan necesario y a su vez pongo kilómetros de distancia “porque es imposible borrar las cicatrices de amar y no saber soltar”.

Recuerdo que cuando fui a ver “Oír aullar una vez a los lobos” me maravilló el tema y la forma en que José Alberto Gallardo lleva al espectador por donde se le antoja y como Jessica Sandoval y Francisco Rubio logran que uno se convierta en alguno de ellos.

II
Pero ¿de dónde se origina todo?, creo, supongo que de la siguiente forma: una noche o día cualquiera José Alberto Gallardo entra a una librería y se encuentra frente a la novela “La mujer zurda” de Peter Handke; la lee, se apropia de ésta, se confronta, la digiere y decide jugar con la obra –pues ya es suya–, al ponerla a hablar en el idioma que más se le facilita a José Alberto: el Teatro. Empresa harto complicada, pero Gallardo tiene un don: es un artesano de la conversación y del lenguaje.

La novela de Handke –escrita en 1976– retrata la fallida comunicación que existe en una pareja de clase media, pero sobre todo hace hincapié en el sufrir de la mujer: no puede y no sabe cómo comunicarse con el otro, en este caso: su esposo. José Alberto Gallardo toma lo esencial de la novela de Handke y la adapta a la realidad de una pareja mexicana de clase media y al entorno cultural del dramaturgo; por eso Marianne es una artista plástica y Estefan un burócrata cultural. De entrada, dos entes que a pesar de pertenecer al mismo mundo, tienen distintos códigos y símbolos. Han unido universos por designios amorosos, pero siempre tendrán búsquedas e infiernos particulares. Como, estoy seguro, pasa en todas las relaciones.

Recurriendo a diversas herramientas escénicas, visuales y auditivas José Alberto Gallardo logra que tanto actores como espectadores se sumerjan en una suerte de tour de force mental y sentimental, el cual nos llevará a un espacio-momento donde las reglas del juego han cambiado sin darnos cuenta. Y la vida, en la mayoría de los casos, es así: imprevisible, intempestiva. Ese extraño momento de la vida donde nos percatamos que ya no somos lo que solíamos ser y que el otro también ha dejado de ser quien era. Y entonces ¿qué sigue?

Eso es algo que cada espectador tendrá que responder al confrontar su propia situación.

III
José Alberto Gallardo, a través de la puesta en escena, nos invita a recomprendernos para después reinventarnos y así seguir andando el camino que nos lleve a la meta o algún lugar parecido.

“Oír aullar una vez a los lobos” es una pieza teatral maestra y logra una combinación interesante entre el teatro y la danza; gracias a los talentos dramatúrgicos de José Alberto, los dancísticos y actorales de Jessica Sandoval, así como los propios de Francisco Rubio.

“Oír aullar una vez a los lobos” habla del individuo: sus anhelos, sus miedos y sus aciertos y como éstos pueden anularse o potencializarse al lado de su pareja.

IV
Si en la canción de Natalia Lafourcade los cuervos van por los restos amorosos del ser, en la obra de Gallardo los lobos aullando son, probablemente, esos pinches miedos hijos de su puta existencia que no nos dejan ser.

Por mi parte, sigo escribiendo y les dejo una frase, que más bien es un poema que viene muy al caso: “Nunca se está junto a otro,/ sólo se va junto a otro.” (Pedro Ángel Palou).

“Oír aullar una vez a los lobos”
Dramaturgia y dirección: José Alberto Gallardo.
Reparto: Jessica Sandoval y Francisco Rubio.
Un Teatro: Nuevo León #46, Col. Condesa (Frente al Parque España).
Sábado 8:00 P.M y domingo 6:00 P. M hasta el 6 de marzo.

A ESPALDAS DEL MUNDO

A TRAVÉS DE CUATRO VIÑETAS INTROSPECTIVAS
Fredo Godínez (@AlfiePingtajo)

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I
¿Qué sentido tendría el amor, cuando éste nos conduce a la muerte carnal y al mismo tiempo nos encamina a la vida trascendental?; ¿qué simbolismo tendría aventarse del piso 33 de un edificio agarrado, aferrado a la mano de la mujer u hombre que amas? o ¿qué escribirían los forenses en su reporte al encontrar a una pareja muerta de un sólo disparo al mismo tiempo; le llamaría suicidio o amoricidio? ¿Qué sería más valioso para un ser humano: vivir acompañado toda la vida y tener una persona con la cual morir al mismo tiempo por elección y no por accidente?, preguntas, extrañas cavilaciones que uno le quedan al enfrentarse a la más reciente obra de Xavier Villanova: “A espaldas del mundo”.

II
Xavier Villanova experimenta y expone al mismo tiempo; no se anda por las ramas, no tallerea, no descansa el guión; lo que puede volverlo inalcanzable o incomprensible para el espectador y en otras ocasiones genera un golpe que tardas en detectar la zona que afectó. Empero, esta ocasión el espectador se encuentra, quizá, ante uno de los textos más completos del joven dramaturgo. Aguas, no se ponga entre líneas ninguna otra cosa; simplemente “A espaldas del mundo” cumple con algo que -de unos años para acá-, busco tanto en la literatura como en el teatro o en las artes plásticas y visuales: sentir que la voz o la entraña del autor la que me está hablando y no su intelecto.

Esta ocasión Villanova para no caer en lugar común opta por transgredir al espectador, se transgrede a sí mismo. Experimenta con su propia estética personal y opta por otros caminos; permitiéndole un mejor desdoblamiento.

III
“A espaldas del mundo” es Villanova al desnudo: el niño que lleva dentro y que rara vez muestra; el intelectual que seguidamente habla; el dramaturgo que domina la teoría y que busca innovar, romper, ir contracorriente y el hombre que actualmente se reconoce enamorado. Es un homenaje a todos sus héroes y demonios personales, es un “éste que ves actuar soy yo y no sé si alguien me entienda, pero me atrevo a gritarlo”. Es un reconocimiento al contrario: es cierto que me concibo aislado, pero al mismo tiempo necesito de tu compañía en la distancia. Es reconocerse en su par, es romper el caparazón protector, es quitarse el casco de astronauta en pleno alunizaje.

“A espaldas del mundo”, casi como toda obra que conlleva sumergirse en sí, es una invitación a emprender un viaje por los paisajes más oscuros, puros e intelectuales del dramaturgo que es Villanova. Pero probablemente a “A espaldas del mundo” sea otra cosa y no lo que estoy escribiendo; tal vez tan sólo sea un viaje narrativo o una introspección ¿literaria? gritada a los cuatro vientos.

En el poco rato que tengo de conocer, tratar y conversar con Xavier Villanova, ya sea a través del Teatro o del dialogo natural que se da (o debería dar entre dos personas parlantes); debo decir que es un intelectual que está en constante búsqueda y que expone sus resultados a través del Teatro.

IV
Lo único real es que esto es una extraña invitación a verla y a crear su propia versión. Nunca confíen en la mía, porque no tengo poder. De hecho, no deberíamos de confiar en el juicio estético de nadie, pues al final es subjetivo y no necesariamente se parecerá a lo que uno, como individuo, es capaz de generar.

“A espaldas del mundo”
Dramaturgia y dirección: Xavier Villanova.
Reparto: Laura Camés y Xavier Villanova.
El Tintero de los ironistas: Av. Cuauhtémoc #875. Col. Narvarte (a un costado de Metro Eugenia.
Jueves y sábado 8:30 pm
Todo el mes de Marzo.

POZOLE

O LA VENGANZA DE LOS ANACRÓNIDAS

Un buen actor puede ordenar a un público con un sólo movimiento.
Robert Wilson

Por Viridiana Nárud @viridianaeunice

pozole

“¿Por qué aceptar una segunda categoría en nosotros o en los otros? ¿Por qué tenemos que reír si no es divertido? ¿Por qué tenemos que suspirar por algo harto sabido? ¿Por qué tenemos que sorprendernos de aquello previsible? ¿Por qué lo hacemos? Lo hacemos porque necesitamos reír, suspirar, sorprendernos”. Dice David Mamet en su libro ‘Verdadero y falso herejía y sentido común de actor’.

Como público asistimos al teatro a hacer catarsis o en el peor de lo casos, a entretenernos. Sin embargo, la industria del entretenimiento tiene objetivos claros, como hacer pasar un buen momento al consumidor. Ya que éste paga por diversión o una emoción previamente anunciada. Empero, cuando asistimos a recintos institucionales con producciones independientes que tienen una búsqueda como autor, deseamos ver algo extraordinario.

‘Pozole o la venganza de los anacrónidas’, es el resumen del mito griego de Cronos con algunas variantes. Tres personajes que se creen descendientes divinos se reúnen anualmente para hacer la cena ritual que los une con su padre. La variante es que éste no asistirá. También toman frases de Sigmund Freud para proyectarlas en un ciclorama para complementar, y no dialogar, con aquello que no se logró mostrar en escena.

Esta obra es un ejercicio escénico que vio previamente la luz, a pesar de que ya ha tenido temporadas anteriores no deja de ser un ejercicio. Hacen falta mejoras en la dramaturgia ya que el objetivo es poco claro, hace guiños a la farsa, a la tragedia, a la pieza sin lograr consolidarse en un ningún género, también cabe mencionar la nula tensión dramática. Si bien es cierto que en la actualidad no existen géneros puros, la variación y mezcla entre ellos debe tener como objetivo narrar una trama -en el caso de obras que sí tienen como intención revelar una historia. Pero cuando el escritor es un aprendiz, entonces debe ceñirse a ciertas normas y reglas que le permitan dominar la escena y el drama. De no ser maestro o carecer del oficio del dramaturgo es mejor no hacer este tipo de experimentos, ya que el resultado es un ejercicio y no una obra terminada.

Cuando hablo de la obra terminada me refiero a que el artista tiene previamente procesos de ensayos o laboratorios para mostrar la obra y, que ésta no vea la luz como un producto no terminado. Ya que todo producto manufacturero que deje ver sus costuras es un producto defectuoso. ‘Pozole o la venganza de los anacrónidas’, es un ejercicio escénico el cuál deja ver claramente sus costuras. Falta trabajo y autocrítica por parte de los creadores.

Es cierto que la obra tiene momentos que te hacen reír y que están bien logrados. Pero el final en la historia es tan previsible que el espectador pierde interés rápidamente. ¿Por qué entonces ríe el público? Porque tiene la necesidad de acompañar a estos jóvenes actores con la esperanza de reencontrarse a sí mismo (anagnórisis), de purificarse (catarsis), o, como dice David Mamet, porque tiene la necesidad.

POZOLE O LA VENGANZA DE LOS ANACRÓNIDAS
Dirección: Héctor Iván González, Guillermo Revilla, Edgar Valadez.
Dramaturgia: Héctor Iván González, Guillermo Revilla, Edgar Valadez.
Elenco: Héctor Iván González, Guillermo Revilla, Edgar Valadez.
Teatro Sergio Magaña (Sor Juana Inés de la Cruz núm. 114, colonia Santa María la Ribera.)
Jueves y viernes 8:30pm
Hasta el 11 de marzo

¿EL TEATRO HA MUERTO?

Por Viridiana Eunice @viridianaeunice

ElTeatroNoHaMuerto

Hace algunos días una amiga mía me decía que si pudiese personificar al teatro mexicano sería un señor viejito, jorobado con una pipa en mano dejando la estela del aroma a tabaco a su paso. Otro amigo me dijo que el teatro estaba muerto. Sin embargo, en una charla casual, Eduardo Milán, poeta uruguayo, me dijo que el teatro mexicano atravesaba un buen momento.

¿Por qué el teatro mexicano atraviesa un buen momento si los espectadores son escasos y sólo los teatreros se consumen así mismos y con críticas muy malas hacia sus trabajos? No es un tabú ni un mito decir que el teatrero mexicano se consume así mismo. De hecho si vamos a los teatros como el Centro Cultural del Bosque podemos encontrarnos con famosos dramaturgos, directores y actores del teatro independiente de manera continua en sus pasillos y carteleras. De igual manera los asistentes se repiten. Esta escena vuelve en todos los teatros que tengan una cafetería y concurrencia de público fija.

Sin embargo, el sistema que ha permitido que estos seres se reproduzcan entre ellos de manera desmedida, no ha contemplado ni imaginado los estragos de reincidir una y mil veces a los mismos directores, dramaturgos y actores en escena; a pesar de que la afluencia de público disminuye y los egresados de las escuelas y nuevos talentos aumentan.

Tal vez el ego del teatrero mexicano no quiera ver el por qué existe menos público. En definitiva no es sólo porque el teatro es un arte en resistencia, sino que su lenguaje, dramaturgia, actuaciones y la puesta en escena ya no comunican nada al espectador. Al teatro uno asiste para encontrar, no buscar, para reconocerse en el otro y no para decir “¿de qué iba?” Quizá los teateros mexicanos se niegan a ver que el lenguaje teatral necesita una revolución.

Desde la invención del cinematógrafo, el cine tiene más de un siglo retratando las emociones humanas. Se abren cada vez más cines porque existen espectadores que desean ver algo que les comunique o entretenga. El cine desde su creación ha sido un arte que ha resumido más de dos siglos de la historia del hombre. La revolución industrial en el Siglo XVIII creó a hombres máquina. Así que para que el arte pudiera continuarse expresando, una máquina tenía que retratar, de manera distinta a todas las artes, lo que es el hombre.

Un siglo después el cine ha creado nuevas técnicas y lenguajes que han permitido una mejor conexión con el público. El teatro mexicano, al parecer, a diferencia del cine, no ha entendido que la humanidad ha cambiado. Que nuestra manera de vivir en la ciudad no nos permite querer ir a ver una mala obra que dure cuatro horas con dos intermedios, o, ver una dramaturgia joven que sea un mero experimento y no una obra en sí misma.

Seamos sinceros, el público se encuentra preparado para ver nuevas cosas en cartelera; quienes no están preparados, al parecer, son todos esos seudoartistas preocupados por ser famosos, vivir del teatro, conseguir una beca, un puesto en una institución. En algunas platicas con dramaturgos, escucho su preocupación por ser vistos, por sobrevivir al tiempo. Sin embargo su búsqueda es errónea, ya que desean permanecer en él bajo el cobijo de las instituciones y la fama. Y no a través de una búsqueda espiritual honesta que permita retratar lo místico de la naturaleza y pasiones humanas.

Andrei Tarkovski dice en su libro “Esculpir el tiempo” que ‘la lucha por la perfección lleva a un artista a hacer descubrimientos espirituales, a ejercer esfuerzo moral. El anhelo por el absoluto es la fuerza motriz en el desarrollo de la humanidad. Para mí esa idea del realismo en el arte, está ligada con esa fuerza motriz. El arte es realista cuando lucha por expresar un ideal ético; es una lucha por la verdad, y la verdad es siempre bella. Aquí lo estético coincide con lo ético’. Sin embargo, algunos de los teatreros mexicanos no se encuentran en la búsqueda de la perfección y tampoco tienen ética; sólo quieren vivir bien del teatro.

El teatro necesita un ejercito de almas que conscientes de la realidad se enfrenten a ella. En el arte se necesita compromiso y un esfuerzo sobrehumano para decir lo que realmente se quiere. Es por ello que todo oficio artístico es para espíritus nobles. Si bien es cierto que falta reflexión en el arte, en las obras, en las críticas, son reflejo de una sociedad cada vez más consumista y menos interesada en el arte y la cultura; no exime al artista de no buscar y de no ser crítico ante su propia época. Un artista puede ser todo, menos un mediocre.

En mis asistencias al teatro, procuro siempre acompañarme de personas relacionadas de cierta manera a él. Sin embargo, cada vez aceptan menos mis invitaciones porque al salir de cada obra tienen una cara de astío y mis disculpas no alcanzan para alivianar su molestia.

El riesgo de permitir que maestros repitan su metodología y hacer de esta un cliché, provoca en esos jóvenes artistas la castración de su imaginación. Y un artista sin imaginación, es sólo un hombre. Y un hombre no quiere ir a ver al teatro a otro hombre, quiere ver a ese ser único que retrata de manera única su propia existencia.

Aristóteles decía que si el alumno no supera al maestro, entonces el maestro había fracasado. Maestros de escuelas de teatro, han fracasado en su noble labor. Han deseado crear alumnos séquito y no artistas críticos porque quieren cegarlos y ser ustedes los únicos soles en escena. Pero déjenme decirles algo, su llama se está apagando. Y ustedes alumnos que repiten sin cuestionarse las metodologías de sus maestros no verán si quiera la luz. Porque un artista debe crear sus propias metodologías para expresar lo que a su espíritu preocupa.

Esta nueva generación de creadores escénicos nacidos en los 80 se encuentra divida por aquellos que repiten sin imaginación lo que sus maestros les han heredado. También se encuentran aquellos que resisten a esas viejas escuelas y ven en el teatro una manera de expresión propia.

Definitivamente el teatro no está muerto. Agoniza para aquellos que se repiten así mismos o aquellos que quieren ser iluminados por falsos soles. Sólo debemos recordar que el teatro alberga a un universo y deja en el olvido aquellos que fueron infieles con él y brinda luz nueva a los que de manera honesta y sabia se acercan a él.

Poco a poco vemos apagarse la luz de Luis de Tavira, de Martín Acosta -el joven que prometió ser genio y nunca se consolidó mas que como una director efectista que se repite así mismo-. Existen esos maestros de transición como lo es David Olguín que sede su conocimientos a nuevos talentos. También se encuentran las nuevas generaciones que como jóvenes se comunican a nosotros, como es el caso de Diego Álvarez Robledo. O artistas que dan cobijo a otros sin afectar su imaginación como es el caso de Boris Schoemann.

El teatro vive un buen momento porque el público -que es el verdadero portador del espíritu del teatro- se ha revelado y exige ver mejores puestas en escena. Recordemos que para que el teatro exista sólo se necesita un actor y un espectador. Invoquemos a esas fuerzas que exigen ser escuchadas y démosle la voz e ímpetu necesarias.

PARA LA LIBERTAD, MÉXICO 68

CRÓNICA DE LO INEXISTENTE
Por Óscar Alberto Fontana* (@fontanaoscar)

ParaLaLibertad

Un par de adolescentes ven imposibilitado su romance en medio de los acontecimientos ocurridos en el México de 1968. Mario (estudiante de artes plásticas de la academia de San Carlos) pretende a Lucía (hermana de uno de sus compañeros) quien vive bajo la represión de su madre. Sin embargo, esta no es la única “represión” de la cual Lucía y los demás estudiantes son víctimas, sino también la que el gobierno ejerce sobre ellos. Todo esto, aunado a una serie de vejaciones y acciones presumiblemente homófobas que finalmente los impela a alzar la voz y manifestarse.

El melodrama se sirve de canciones de Joan Manuel Serrat para contar la historia escrita y dirigida por Omar Olvera. Es necesario mencionar que el texto resulta inverosímil y el tratamiento que se le da a los personajes dentro del contexto que pretende, están claramente disminuidos en intensidad emotiva. Hay un flagrante desconocimiento y dominio del contexto histórico por parte de Olvera. El autor no logra un planteamiento que sustente un desarrollo y un desenlace lógicos, porque no tiene claro el objetivo a nivel estímulo-respuesta con su espectador. Luego entonces, la anécdota se diluye entre las canciones, las coreografías y el ensamble. El autor abandona la idea con la que inició, se olvida de ella y la ofrece al espectador de la manera más simple: se ve obcecado por el “atractivo” de un musical de karaoke. La indolencia con la que fue escrita, definitivamente justifica que le falte desarrollo y motivos esenciales para que los personajes reaccionen de la manera que lo hacen. Están totalmente desprovistos de cualquier recurso para sustentar sus acciones, entonces volvemos al inicio del párrafo: la anécdota se vuelve inverosímil.

El trabajo actoral es, en parte, resultado de lo anterior. Para que la ficción genere un movimiento emotivo en su espectador, debe ser construida con verdad; en este caso, los actores están preocupados por hacer emerger emociones que es claro que no están sintiendo, se vuelve entonces un montaje falaz.

Estamos ante una obra que tiene toda la intención de trascender, de generar algo, pero desgraciadamente no es así. Si fuese el caso, el público no podría dejar de hablar de lo hostil que le resultó reencontrarse con hechos tan aciagos como aquellos. Se sentiría aterrada ante la posibilidad de que eso pudiera volver a suceder si no se trabaja en un cambio. Pero nada sucede, el público no sale modificado de ninguna manera.

El teatro siempre ha sido una respuesta y un reflejo de lo que está sucediendo en cada país. México está, quizá, en un momento en el que vivimos y aceptamos la mentira como parte de un sistema al cual nos hemos alineado.

PARA LA LIBERTAD, MÉXICO 68
De: Omar Olvera
Con: Pía Aún, Mario Sepúlveda, Axel Alcántara, César Jonathan, Irene Rodríguez, Joana Domínguez, Mayte de Samaniego, Jimena Cornejo.
Miércoles 20:30Hrs
Teatro Milán
Lucerna 64 esq. Milán, col Juárez

*Actor / Dramaturgo / Teatrista

Facebook.com/oscaralfontana

OLER LA SANGRE

NO SALDRÁS ILESO

Por Huitzi Catalán

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Uno no puede entrar a ver “Oler la Sangre” y salir ileso, intocado. Es curioso el mecanismo por el cual el teatro logra esto: hacernos entrar en la escena sintiendo que está en juego nuestra propia vida, transmitirnos una identificación total con los personajes, las situaciones o ciertos momentos. “Oler la Sangre” logra hacernos salir de nuestra butaca y que la dramaturgia hable de nosotros, de nuestra historia.

Un equipo súper joven de productores y director presentan una puesta en escena que en la sobriedad de una escenografía que utiliza únicamente un vitral con un sol casi metafórico y un reloj constante, esta obra nos lleva al Mar, a pueblos lejanos, a casas íntimas. “Oler la Sangre” brilla por el texto y por las actuaciones, la escenografía permite que brillen.

El texto nos narra una historia sobre el amor fraternal roto en algún momento por una serie de circunstancias; un cariño que se queda a la espera, pero que no se agota y redescubrirlo es redescubrir nuestra vida con todo y sus heridas. Se trata de una dramaturgia limpia de lugares comunes, obviedades, explicaciones y otros vicios, y con un cuidado especial en las palabras que usa y en qué momento las usa. Me sorprende especialmente los momentos de humor, como válvula de escape, tan inocentes y tan bien puestos.

Todo el montaje tiene un sello muy Arrevillagaesco (referente al reconocido director Hugo Arrevillaga): escenografías sobrias, muchos juegos con la luz y elementos mínimos muy simbólicos, el diseño sonoro, hasta la dramaturgia tiene el sello de lo que elegiría Arrevillaga; más allá de que esto lo notarán quienes conocen (y admiramos, en mi caso) el trabajo de Hugo, no se convierte en ningún defecto para la obra, solo una anotación al margen.

Victor Huggo Martín y Adriana Llabres se combinan maravillosamente: se trata de actores que entienden profundamente a sus personajes; su historia, su huella de dolor, sus alegrías ocultas; se trata de actores que se imbuyen completamente en sus personajes y en la historia.

Mención especial merecen la iluminación a cargo de Miguel Moreno y la música original de Brandon Torres; música e iluminación permiten de manera sutil que nos trasportemos hacia los momentos y lugares que plantea la obra y que la acción avance de manera natural.

El trabajo actoral y el magnífico trazo escénico, me hablan de un director que entiende su obra y la forma de transmitirla. Me quedo con la inquietud de estar atento al trabajo de Ro Banda, que si ya es interesante, en el momento en que pueda subvertir la sombra Arrevillaguesca y desarrolle una voz propia, será interesantísimo.

OLER LA SANGRE
Dramaturgia y dirección Ro Banda
Teatro La Capilla (Madrid 13, Coyoacán)
Lunes 20:30 hrs, $200
Hasta el 29 de febrero

LA GRAVEDAD DEL SILENCIO

INTERESANTE POR MUCHAS RAZONES

Por Huitzi Catalán

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Interesante. Si me preguntan sobre la obra La Gravedad del Silencio diría que es interesante. Y bien podrían decirme que puede ser interesante bueno o interesante malo, que decir “interesante” no es decir mucho.

Tendría que explicar: la obra es interesante porque desarrolla, y desarrolla bien, varios juegos del lenguaje, como alternar entre diversos tipos de narradores, y de formas de diálogos. Es interesante porque juega con el espacio escénico, haciendo referencias a romper la cuarta pared e interactuar con el público; incluso se sale del escenario formal y lo extiende hacia la butaquería y hacia un espacio externo con medios audiovisuales.

Es interesante porque los personajes dialogan con los actores que los encarnan y hasta con la música, la escenografía y las transiciones. Es interesante porque combina escenas completamente narrativas con otras de pura pantomima y algunas mixtas.

También usaría “interesante” como eufemismo para no decir que echa mano de una anécdota por demás gastada y sin fuerza; cuenta la historia de amor entre dos artistas con conocidos estereotipos: azotados, intensos, bohemios.

Se nota un gran trabajo de dirección de Roberto Eslava, sobre todo en el trabajo con los actores, pero también porque es un gran reto para la dirección ensamblar lenguajes y momentos tan distintos en el juego escénico.

Creo que la dramaturgia de Xana Sousa y Jorge Chávez Caballero es debilona, porque no escapa de lugares comunes sobre un tema muy tratado; es una dramaturgia debilona porque al texto le falta fuerza para transmitir e involucrarnos en el drama. Las actuaciones cubren, de alguna forma, esta debilidad del texto. En escena destaca Jorge Chávez por encima de Xana Sousa, desplegando una maravillosa técnica de pantomima, que sorprende por sí misma.

LA GRAVEDAD DEL SILENCIO
Dramaturgia Jorge Chávez y Xana Souza
Dirección Roberto Eslava
Foto: Ernesto Reynoso
Jueves a las 20:30 hrs, $200.
Teatro La Capilla (Madrid 13, Coyoacán)
Hasta el 25 de febrero

LA BELLEZA

NOS FALTÓ LA EMOCIÓN

Las cosas que tú dices ser bellas, si lo bello es alguna cosa, ¿serán por lo bello mismo?
Sócrates.
Por Viridiana Nárud @viridianaeunice

LABELLEZA
‘La Belleza’ obra escrita y dirigida por David Olguín hace un cuestionamiento acerca de los conceptos de la belleza y su realidad. Está inspirada en la vida Theodor Lent, esposo de Julia Pastrana, conocida como la mujer oso, puercoespín. Julia, fue una mujer que nació en Sinaloa a principio del siglo XIX y fue parte del freak show de Theodor. Murió a los 26 años al dar a luz.

En conferencia de prensa, David Olguín, dice que es una historia de pasión. En teoría el espectador debería ver cómo este personaje masculino, interpretado por Laura Almena, cae en un abismo de perdición provocado por esa pasión que ha despertado esa mujer quien resulta hermosa para los ojos de ese hombre. También nos dice Olguín, que con esta obra trata de regresar la emocionalidad al teatro, aunque se encuentra fragmentada por cuadros y escenas, sin perseguir una lógica narrativa clásica del teatro, y sin llegar a ser posdramático.

Lo cierto es que esta obra se queda corta al tratar de mostrar la emocionalidad de los personaje en escena. Nunca logramos ver la perversión, el amor y pasión de estos dos personajes. Lo que si vemos son cuadros escénicos que el director ha creado y que a los actores, pareciera, les gusta llegar a esa pose para mostrar la belleza de la obra. Sin embargo, la creación estos cuadros en la obra no refleja ningún tipo de emoción y sí una estética plástica.

Henri Cartier-Bresson decía acerca de la fotografía que ésta debía ser como un cuento de Maupassant. Es decir narrar una historia. Así que si un director de teatro está preocupado por crear un cuadro que pueda ser fotografiado tendría que preocuparse porque esta imagen no sea sólo bonita, sino que cuente una historia al ser retratada y que el espectador pueda recordarla eternamente preguntándose qué es lo que pasa en la escena.
La historia del teatro ha mostrado la evolución en su narrativa y cómo ha sido capaz de adentrarse en la psique de los personajes dejando ver los abismos a los cuales puede hundirse el hombre, exponiendo los cambios en las sociedades. Tal ha sido su cambio que ha llegado al posdramático. Empero, Olguín pareciera intentar generar una fusión entre el pasado y el presente del teatro. Sólo que no regresa esa emocionalidad a la cual él apela. Aún se encuentra lejana.

“La Belleza” de Olguín no muestra la decadencia de ningún personaje, aunque en el discurso del autor se dice que sí. Por ello hago este señalamiento. Porque no se ha mostrado y, sobre todo, no se ha sido congruente con el discurso del autor ya en escena.

David Olguín ha dicho que desea regresar la emocionalidad al teatro, entonces, que muestre las emociones de sus personajes o sus carencias. Porque que un actor llore durante una hora no significa que el espectador haya hecho conexión. Eso lo puedo decir ya que mi acompañante se durmió durante la obra. Ese es el público el que me ocupa. Un público que no desea saber de teatro ni alabar a nadie, sino que desea sentir algo al ver la obra.

Las actuaciones de Mauricio Pimentel, Laura Almela y Rodrigo Espinosa no muestran nada nuevo que no hayamos visto antes en ellos. Una Almena quien al iniciar la obra con una tesitura emocional tan alta, ya no logra ir a otro lugar. Pimentel, quien interpreta a una mujer de quien se dijo era una dama, se encuentra sobreactuado. Y Rodrigo Espinosa, siempre es impecable.

La pregunta para David Olguín, quien es maestro en la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) es, ¿para quién hace teatro? ¿Para sus jóvenes alumnos quienes admiran su trabajo? O ¿para ese público que busca un encuentro consigo mismo a través del otro?

La sociedades han cambiado, dejemos que esos cambios permeen al teatro mexicano. Tal vez de esa manera las audiencias comiencen a crecer y dejemos de ver a nuestros amigos en los teatros.

LA BELLEZA
Dirección y dramaturgia: David Olguín.
Elenco: Laura Almela, Mauricio Pimentel, Rodrigo Espinosa.
Jueves y viernes 20:30 horas, sábados 19:00 horas y domingos 18:00 horas
Boletos: Entrada general $200. Descuento a estudiantes, maestros, INAPAM $100.
Del 11 de febrero al 10 de abril